Hay muchas rarezas en esta película de Clint Eastwood que quizás se lea equivocadamente como una defensa del intervencionismo estadounidense, de las FF.AA. de ese país, etcétera. Sería una mirada demasiado superficial. El film narra la historia de los tres soldados que evitaron una masacre a bordo de un tren entre Amsterdam y París, en agosto de 2015, a manos de un probable terrorista (el curioso puede buscar datos en Wikipedia respecto del ataque). La primera rareza consiste en que los tres amigos -dos de ellos, militares- de vacaciones en Europa que se topan con el acontecimiento y evitan la ordalía no están interpretados por actores, sino por ellos mismos. Eso, dirigir a quienes no saben actuar, ya es una hazaña. La segunda, que Eastwood deja clara la relación entre posibilidades, seguridades y azares en un acontecimiento heroico. Tercero, que la película es sobre cómo estas tres personas forjan valores a lo largo de sus vidas y cómo eso se relaciona con un acontecimiento en el fondo breve. Lo que hace Eastwood, en lugar de crar una glorificación automática, es tomar distancia y mirar, dejar vivir a sus protagonistas, opinar pero sin imponer sus propias ideas. Y -última rareza- logra filmar en un espacio pequeño una serie de acciones caóticas con una claridad absoluta y bella. Eastwood sigue siendo un sabio y se anima a mostrar lo suyo sin importar el riesgo. Es un verdadero placer ver a un realizador que hacer el cine que quiere: no quedan muchos.