Subordinación y valor
Basada en hechos reales, la nueva película del director de Los imperdonables se ralentiza demasiado.
Si 15:17 Tren a París tiene semejanza con alguna otra película de Clint Eastwood es con la anterior. Sully se basaba en hechos reales, como el filme que se estrena hoy, y también tratan sobre actos de heroísmo. Un heroísmo extremo, ya que de lo que hicieran el piloto Sully (Tom Hanks) para amerizar sobre el río Hudson, o los tres amigos para detener al terrorista a borde de ese tren, dependerían cientos de vidas.
Eastwood, a los 87 años, esta vez decidió no hacer un casting sino que los mismos protagonistas del hecho se interpretaran a sí mismos. Fue en agosto de 2015, por lo que los jóvenes Spencer Stone, Alek Skarlatos y Anthony Sadler no avejentaron para nada.
Otro asunto es el de la interpretación.
Pero también Sully y 15:17 Tren a París se parecen en que en ambas el hecho en sí mismo es rodeado de background. Amerizar el avión fue cuestión de minutos. Impedir el ataque, lo mismo. Y tanto en una como en otra, Eastwood va hacia atrás en el tiempo y también hacia adelante.
Lo que diferencia a ambas películas es que en 15:17… mucho de lo que se cuenta parece como forzado. Como si se necesitara darle carne a los protagonistas, y como si el director sintiera que el acto en cuestión, por sí solo, precisara de más ingredientes.
Como si el plato principal hubiera que rodearlo con acompañamientos varios.
Basada en el libro homónimo, lo cierto es que saber cómo se conocieron de niños los protagonistas (en una escuela cristiana), el bullying que padecieron y las visitas al rectorado pueden dar un plus. Pero el viaje previo a abordar el tren -Sadler y Spencer (que es el más protagonista, que quiso ser rescatista para servir en cualquier guerra, y no lo logró) están en Roma y Venecia, y no aporta nada más que una mirada turística-, y el encuentro con Skarlatos y las fiestas en Amsterdam, tampoco.
Es en esos momentos donde uno adivina que tampoco el director de Los imperdonables debe haberse sentido cómodo. Así como en Más allá de la vida (2010) las escenas de la catástrofe no parecían dirigidas por él, la película cae en un bache del que sale cuando el marroquí Ayoub el-Khazzani se sube al tren. Y se dispara, en más de un sentido, la acción.
Allí sí es fácil reconocer el manejo de los tiempos y la narración de Eastwood, que con el correr de los años se ha vuelto más metódico al rodar los enfrentamientos cuerpo a cuerpo.
Dentro de su filmografía, es una obra menor. El que no sepa ni le interese saber quién está detrás de cámaras, notará que el filme se ralentiza demasiado, y tal vez se pregunte por qué el trío protagónico actúa como lo hace. Ustedes ya lo saben.