La película deja un saldo negativo. No por la historia, sino por cómo el director quiere que sea contada. Una de las pocas cosas que si están muy bien logradas, es el desenlace, no por lo que pasa en sí, sino por como lo transmite.
El 21 de agosto de 2015, un marroquí llamado Ayoub el-Khazzani abordó en la capital de Bélgica, un tren cuyo destino final era la capital francesa, París. En su mochila y bolso de mano, él cargaba un fusil automático AK47 y varias armas que activó a bordo con la intención de cometer un atentado terrorista dentro del tren de alta velocidad que se encontraba colmado de gente y mayormente de turistas. Este atentado, logró ser impedido por tres jóvenes estadounidenses que subieron en Ámsterdam con la idea de continuar en París sus vacaciones europeas. Con el riesgo de perder sus vidas, lograron detener al terrorista hasta que la policía francesa lo arrestó en una de las estaciones que se encontraba a mitad de camino. Este hecho inspiró al director norteamericano para transmitir esta gran muestra de valentía y heroísmo a todo el mundo y es por eso que este año llega 15:17 Tren a París (The 15:17 to Paris).
Clint Eastwood, quién ya tiene experiencia a la hora de relatar sucesos que ocurrieron en la vida real con Sully (2014), presenta este docu-drama donde se relatan todos los acontecimientos de ese casi fatídico día y lleva más allá contando la historia de dónde surgió la amistad de los tres héroes protagonistas. Dichos héroes, serán interpretados por sí mismos en esta que será su propia historia. Spencer Stone, Anthony Sadley y Alek Skarlatos pondrán en cuerpo y la mente para recrear los acontecimientos que los llevaron al reconocimiento en Francia y en los Estados Unidos.
Esta peli, que intenta contagiar el patriotismo que siente Eastwood por su país, tiene fallas por todas partes, algunas son entendibles y otras, no hacen nada más que llamar la atención, ya que Clint es uno de los directores más queridos del país del norte. Empezando con la descripción, el relato está cargadísimo de elementos subjetivos del director hasta tal punto que cansa y mucho. La frecuencia con la que la cámara toma banderas estadounidenses es a simple viste notoria y queda terriblemente repetitiva. Exactamente lo mismo sucede con la religión, personajes que recurren una y otra vez a la consulta con “El Señor”, y todos sus sinónimos, provocan mucha incomodidad ya que se ve demasiado forzado. También, posee todo tipo de estereotipos y lugares comunes en todos los escenarios donde el director y su cámara nos transportan.
El director, en su afán de contar paso por paso y detalle por detalle la historia de cómo se conocieron los protagonistas, se toma un tiempo llamativamente más largo de lo que cualquier otra película lo hace. El primer acto es larguísimo. Con saltos temporales de espacio una y otra vez, es muy difícil determinar en qué época se encuentran o si están en contacto. Todo esto se ve interrumpido con algunas imágenes de lo que nos espera en el tren, siendo esto uno de los aciertos a la hora del relato. Prepara bien el momento de la acción, pero parece que éste nunca va a llegar, ya que tarda demasiado en todo lo demás en una película relativamente corta con duración de 95 minutos.
Un punto clave es el de las actuaciones. Al querer homenajear a estos valientes jóvenes, Eastwood prefiere resaltar y enfocarse en el aspecto emotivo y dramático más que en el de la calidad con la que puede llevarse a cabo la historia. Pero ellos al no ser actores, hay muchas cosas que no logran ser transmitidas con la intención inicial. No viene mal mencionar, que dos de ellos, Spencer Stone y Alek Skarlatos, han dedicado varios años de su vida a la protección de Estados Unidos desde distintos lugares de su ejército hasta el 2015, donde ocurrió todo. El elenco también cuenta con dos actricez de primer nivel como Jenna Fischer (Pam en The Oficce) y Judy Greer (Jurassic World, 2015), pero ellas se ven presas de un guión que no ayudan en nada al film.
Una de las pocas cosas que si están muy bien logradas, es el desenlace, no por lo que pasa en sí, sino por como lo transmite. Finalmente se pueden sentir angustia, emoción y desesperación que los protagonistas realmente deben haber sentido. Con un juego de cámaras totalmente frenético y vertiginoso, Eastwood realiza un plano secuencia tremendo que hace creer al espectador que es él quien lleva la cámara.