El poder, la fama, el ego y la venganza se visten de gala Ridley Scott y su visión del asesinato de Maurizio Gucci. La nueva película de Ridley Scott, la segunda en este año luego de El Último Duelo, se mete de lleno en una historia que sacudió el mundo hace casi 30 años, la muerte de Maurizio Gucci. El por entonces dueño y CEO de la famosa marca de vestir que tuvo su explosión en la década de los 80 y 90 dejando atrás la primera ola exitosa de la marca familiar italiana. En esta dramedia Adam Driver interpreta al mismísimo Maurizio Gucci y Lady Gaga a su esposa, Patrizia Reggiani, y a ambos se los podrá ver desde el momento en el que se conocen y comienzan a saborear la fama del renombre de Maurizio y como, poco a poco, el nombre Gucci fue escalando de ser una reconocida marca de ropa italiana hasta terminar siendo el símbolo del poder, la fama y el dinero a tal punto en que las traiciones terminarán siendo una moneda corriente en la rutina de cada uno de los integrantes de tal prestigiosa familia y de cómo dichos elementos fueron nublando la visión de todos sus integrantes hasta terminar en uno de los escándalos internacionales más grandes de todos los tiempos. La Casa Gucci (House of Gucci, 2021) es una dramedia -drama y comedia negra- que sigue las convenciones naturales del género en donde básicamente se cuenta una historia de conocimiento popular de forma pintoresca para pode expandir la, ahora, leyenda del caso puntual. Desde ese lado la película sigue la fórmula básica: Presentar personajes, mostrar los inicios de cada uno y su evolución de, en este caso puntual, el éxito gracias a la expansión internacional de la marca en cuestión hasta los últimos días del ya mencionado Maurizio. Desde ese punto todo normal, todo clásico. Pero claro, al mando de semejante historia se encuentra Ridley Scott para imprimirle, o intentar, su sello característico y picante cómo para que la película no sea solamente ver el relato de un tiempo pasado. Acá, al mejor estilo Succession (2018-actualidad) el fuerte de la película, más allá del gran diseño de producción y vestuarios, es la ridiculización de esta familia en la que la fama y el dinero corrompió absolutamente todo y cómo todo lo que importaba era el dinero bajo el pretexto de hacer crecer una marca. Ahí es donde la película toma su propio vuelo y sumado a gran, grandísimo, trabajo de producción se termina concretando un filme que es hipnótico desde que empieza. Claro que no todo es perfecto, los puntos más bajos tienen que ver con algunas caracterizaciones de personajes en donde toda la construcción parece un poco trillada y que termina cayendo en los lugares comunes de alguien que puede estar interpretando a alguien italiano. De la mano con esto, la selección musical está plagada de hits y un poco hacen distraer al espectador. La repetición constante de canciones populares, ya históricas, hace que aquellas escenas que si son potenciadas por la música se pierdan entre tanto uso del mismo recurso, y además no todas las escenas quedan bien con los temas elegidos. También, el guion escrito por Becky Johnston y Roberto Bentivegna termina quedando un poco largo, no porque lo que se cuenta no haya pasado o esté estirado sin ningún tipo de base histórica, sino porque llega un punto que la cinta parece haber llegado a un punto muy alto, incluso teniendo un clímax muy marcado, y a partir de ese momento y de lo genuino que se siente, la atmósfera creada se va desvaneciendo. Las actuaciones y el elenco seleccionado caen perfecto para esta película, que necesitaba un derroche de clase y una presencia marcada en cada plano, en cada escena y en cada toma. A los mencionados Adam Driver y Lady Gaga, que se comen la película sin ningún tipo de dudas, se le suman Jeremy Irons, Al Pacino y un, excesivamente, caracterizado Jared Leto que configuran una marquesina repleta de talento y que, encima, cada uno está muy bien en el rol y el papel que le toca. Salvo, un poco, por el mencionado cantante de 30 Seconds To Mars. Su actuación, escondida debajo de prótesis y maquillaje, es lo que más ruido hace dentro de la película porque todo se ve demasiado exagerado y plantea a su personaje como un alivio cómico, que por un momento cumple su cometido pero que a la larga se vuelve un poco insoportable al momento de sólo escucharlo hablar. La Casa Gucci es una película que obnubila y convoca por su estética, su producción y por su elenco repleto de estrellas. Por suerte para Scott, su segundo trabajo del año no se queda en eso y va a fondo en una historia repleta de excesos, de egos y de encontronazos familiares en donde él puede poner su sello, marcar su estilo y al mismo tiempo que Gucci lo hace con la ropa, Ridley lo hace con sus películas.
Edgar Wright el autor que le hace honor al cine que ama Un paseo surrealista dentro de la mente de un irreverente. Edgar Wright es conocido en todo el mundo por mantener un estilo autoral a pesar de haber explorado a lo largo de su filmografía diferentes géneros. El director inglés que saltó a la fama luego de haber dirigido la sitcom británica Spaced (1999-2001) y que posteriormente alcanzó el reconocimiento de la industria con películas, ya de culto, como la Trilogía del Cornetto (Shaun of the Dead 2004, Hot Fuzz 2007 y The World´s End 2013) Scott Pilgrim vs. the World (2010) y su último trabajo con Baby Driver (2017). Todas películas que entre ellas tienen más en común que lo que su género puede decir, hay acción, hay comedia, hay ¡zombies! En fin, de todo un poco. Y todo bien hecho y repitiendo algunas fórmulas que a esta altura ya son una marca distintiva de Wright, la combinación estética, la meticulosidad de la producción, la banda de sonido, el humor y una constante retribución en forma de homenaje o guiños al cine que él vio de chico y que lo hizo ser quién es hoy. Por todo eso, y quizás todavía más, es que Last Night in Soho es una película que se palpa diferente a otras que él ha hecho y se nota que hay una conexión en particular. Pero para analizar eso hay tiempo, primero lo primero… Esta nueva película cuenta la historia de Ellie (Thomasin McKenzie), una joven que vive en un pequeño pueblo a las afueras de Londres, con ganas de ser diseñadora de moda y que gracias a su talento consigue una beca para mudarse a la gran ciudad y asistir a una de las universidades más reconocidas en la materia. Claro que al mudarse de la tranquilidad de la campiña al alboroto constante de la gran ciudad, no todo será color de rosa para ella y ahí es donde encontrará, a priori, una especie de refugio en un departamento en el que al dormir es transportada inmediatamente al pasado y logra ver, y posarse en, la vida de Sandie (Anya Taylor-Joy) una aspirante a cantante que, como ella, hará lo imposible para lograr el éxito. Ellie no sólo encontrará algunas respuestas para su inspiración artística sino que también que quizás los ‘60 en Soho no fue todo color de rosas. O sí, pero de las rosas color sangre. Cómo se mencionó antes, está película escrita y dirigida por Edgar Wright, con la colaboración de Krysty Wilson-Cairns en el guion, parece ser el mismo tipo de historia que fue Once Upon a Time in… Hollywood para Quentin Tarantino. No puntualmente por la trama que se narra, sus personajes, ni mucho menos por la historia per se, pero sí tiene ese dejo de sentimiento que en las películas, cuando se tiene, se percibe, se siente y se palpa de forma instantánea. Esta época de luces de neón que alumbran lo más profundo de la noche, la estética de una época que nunca tendrá parangón, la explosión musical, la irreverencia de una generación revelándose ante lo estipulado.Todas cuestiones que definen a la perfección la personalidad de Wright y que transmite todo su amor por esa época en cada plano que puede y en cada minuto rodado de película. Claro que no sólo tiene guiños u homenajes de tipo estéticos. Él, como autor que es, decidió volcar todos sus gustos cinéfilos para crear un relato que tiene cosas del giallo de Dario Argento, las referencias a Suspiria (1977) son más que claras y el surrealismo y la profundidad del cine David Lynch o Ingmar Bergman. Claro que todo esto, que está plasmado de una forma soberbia, está barnizado por el estilo propio de Wright. Con sus pros y sus contras también. La puesta en escena y su manejo en pos de la historia todo al compás de una banda sonora curada como nunca por él mismo es una belleza estética/narrativa que enamora desde el primer momento hasta el último y que salvo por algunos momentos no se pierde en su propio surrealismo. Lastimosamente esos momentos llegan en forma de sobre explicación y ,sin sacarle el sabor a todo el camino transcurrido previamente, un poco empaña un trabajo de dirección y escritura. Una sobre explicación que se entiende es expuesta para que el film pueda llegar a un público más amplio y general y que no se quede tanta gente afuera. Si bien su tercer acto es algo irregular, es una celebración de lo que Edgar Wright es como director y de cómo se divierte él haciendo lo que hace y que ojalá eso nunca se termine. Uno de los grandes aspectos que ha mantenido en vilo prácticamente al público desde que se anunció fue su elenco, ya que reúne a un binomio de actrices que está en pleno auge y en el foco de todos los medios del mundo como lo son Anya y McKenzie. Ambas la rompen. Lisa y llanamente, las dos muestran un nivel de actuación muy alto y en la que es realmente difícil decir si hay una que esté mejor que la otra. Otra de las estrellas de la película es Matt Smith, que no tiene tanta participación en cine pero sí en series y que está totalmente a la altura de lo que se requiere cambiando incluso su registro de actuación. Quienes lo tengan de Doctor Who no van a poder creer los sentimientos que afloran a medida que la película se desarrolla. Y ellos cómo máximas figuras porque el resto del elenco se ve completado por Michael Ajao, Diana Rigg y Terence Stamp que en sus roles cumplen a la perfección. Last Night in Soho es sin dudas una de las grandes películas de este año. Por su calidad técnica, por los actores y actrices que trabajan en ella, porque es una historia original, y sobre todo porque es una película de autor, al que no lo nublan los grandes estudios y las franquicias. Alguien que se mueve por sus propios caminos y que cuando hay algo que no le cierra, caso Ant-Man, no teme en salir porque sabe que su propio talento le abrirá las puertas de nuevos y fantásticos mundos. En este caso nos abrió la puerta de su concepción de un Soho que tiene todo y así de bien salió. Ya estamos ansiosos de saber donde nos llevará la próxima vez.
Sigue la expansión del universo Marvel ¿pero a qué costo? La última directora ganadora en los Oscars Chloé Zhao llega al cine de superhéroes. Continuando con la expansión de su fase post Avengers Endgame el MCU parecería estar entrando en un momento de transición en donde casi todos los contenidos que se están exhibiendo funcionan para darle un contexto más emocional a los personajes que ya conocemos y a otros que están apareciendo por primera vez. Y ahí mismo aparecen ellos, Los Eternos, un grupo de extraterrestres que vinieron a la Tierra en el principio de la civilización en nombre de Los Celestiales, entidades cósmicas creadoras de vida a lo largo y ancho del vasto universo, que buscan que todos los mundos crezcan de manera normal y con las menores dificultades posibles. Pero claro, también están las entidades que pretenden lo contrario: Los Desviantes, una raza de alienígenas que su principal función es la de exterminar la raza humana por completo. A lo lo largo de la historia, estos seres inmortales y con diferentes habilidades han estado en contacto con el hombre defendiéndolos de cada uno de los ataques de los Desviantes hasta eliminarlos por completo. O eso creían hasta el BLIP… Teniendo esto como contexto Eternals, dirigida por la ganadora del Oscar Chloé Zhao, cuenta cómo este grupo de seres inmortales ya se encuentran establecidos entre los humanos, teniendo vidas normales y trabajos comunes hasta que Sersi (Gemma Chan) y Sprite (Lia McHugh), dos grandes valores del grupo, se topan con un Desviante (que se creía estaban extintos) pero que por lo que ellas pueden observar han evolucionado de manera muy peligrosa para ellas, el resto de los Eternos y el mundo entero. Ahí es donde ellas deciden reunir al grupo, que se dividió hace varios siglos, para contrarrestar a la amenaza que se aproxima y quizás descubrir otra que no supieron ver a tiempo. Intentando dar una vuelta de tuerca a los estándares a los que Marvel ha acostumbrado al público en general, el estudio con Kevin Feige a la cabeza apostó a darle un nuevo vuelo visual y creativo a una película que desde el vamos era interesante por querer correrse un poco del plano habitual de las historias que se venían contando, con nuevos personajes de los que ni siquiera habían sido mencionados y toda una mitología muy explotada por los años 70 en los cómics con Jack Kirby a la cabeza, pero que no se había visto nada hasta el momento. Pretender que toda una nueva mitología, vasta, grandilocuente y sumamente importante se entienda a la perfección y que se genere un vínculo con el espectador en poco más de dos horas y media de metraje era un trabajo sumamente complejo para los guionistas, en donde la propia Zhao también está involucrada, sobre todo por el desconocimiento general de todo lo que involucra este nuevo mundo. Apostando a una narrativa compuesta con líneas temporales paralelas de flashbacks y tiempo presente, la película nunca termina de tomar la fuerza necesaria como para mantener al espectador en vilo de una revelación que lo pueda sorprender. Estos saltos entre presente y pasado llegan siempre en los momentos menos pensados y no permiten generar una relación con la historia que se está contando en ese momento eclipsando las buenas sensaciones que se pueden estar teniendo. Unas sensaciones que varían con el correr de la historia porque todo lo bueno que se ofrece desde la dirección, la puesta en escena, la fotografía, el hecho de haber filmado en locaciones reales y el gran despliegue visual a la hora del CGI (en los grandes momentos, no así en fondos o paisajes) se contrapone con una falsa imposición sentimental en los personajes, en donde el querer vender una imagen de “familia” no funciona para nada y todo se siente impuesto, forzado y antinatural. También al tener una gran galería de personajes, en cuanto a cantidad no así calidad, es imposible relacionarse con todos de una manera equitativa y por eso el vínculo no puede ser total. Por supuesto que hay personajes más importantes que otros, cómo en la mayoría de las historias de la literatura en general, el problema está en que los que más preponderancia tienen son los que menos relevancia terminan teniendo. Lo bueno es que uno se queda con las ganas de ver más de los personajes y de que se desplieguen sus habilidades en nuevas oportunidades y en todo su esplendor, lo malo para la película es que en ella no se muestran tanto. El elenco está repleto de estrellas del calibre de Angelina Jolie, Salma Hayek, Richard Madden, Kit Harrington, Gemma Chan y Kumail Nanjiani, entre otros, y si bien nadie se atrevería a cuestionar ese elenco por lo que todos y todas han sabido brindar en el pasado, en ésta oportunidad ya se por rol en el filme o por el guion que le dieron, ninguno de los mencionados ha podido consolidar una buena actuación global. Claro que todos tienen un momento en donde son el centro de la escena y despliegan sus poderes y cobran, momentáneamente, una relevancia superior pero al pasar esos momentos se vuelven personajes totalmente planos que podrían estar o no y mucha diferencia no habría. De un andar irregular, cómo toda la película en general, las actuaciones alternan buenos momentos con paupérrimos. Sin matices. Eternals es una película que se destaca por ampliar el universo de personajes y su mitología, por el despliegue visual y la apuesta de cambiar un poco la receta a la que Marvel se ha acostumbrado tanto. Pero tampoco termina siendo una película que se destaque por lo que se cuenta y mucho menos por su manera. Con giros de guion previsibles y un plot twist central que también lo es todas las sensaciones e impresiones apuntan a que, una vez más, una película del MCU se termina convirtiendo en un gran preámbulo de otro gran evento que está por venir y no se dan los tiempos necesarios para establecer personajes problemáticas y propósitos.
Ridley Scott y su producción medieval que opaca a la cartelera plagada de secuelas El mítico director regresa a las películas largas y dramáticas para contar una historia cargada de drama, agenda política y actuaciones soberbias. En medio de una época en donde la cartelera de los cines del mundo entero están plagadas de secuelas y spin offs, de universos extendidos y de remakes o reboots de grandes clásicos, Ridley Scott (Gladiador, Alien, The Martian, Etc), se encarga de llevar a la gran pantalla una historia verídica sobre dos hombres (Matt Damon y Adam Driver) se baten a duelo por una mujer (Jodie Comer) ante los ojos del Rey Carlos VI y los oídos de toda una nación. Ahora claro, contado así uno puede inducir que la película no tiene ningún aspecto demasiado sorprendente y que el foco estará puesto en un combate sangriento y mortal entre dos buenos actores y en donde la destreza física y las coreografías será la única interesante. Bueno, para fortuna de aquellos que prefieren una historia bien contada, Ridley Scott se luce dirigiendo una película que tiene cómo foco principal un duelo, pero no uno de espadas, sino un duelo de honores, de verdades y de creencias, en donde el hecho en sí que produce ese gran duelo a muerte entre Damon y Driver es sólo el perfecto desenlace de una historia que es contada desde tres puntos de vista diferentes pasando por todos los estados posibles. Ahí es donde la verdadera virtud de la película se asoma y una vez que el espectador logra entrar de forma total a la historia no hay retorno y la atención es total. A tal punto la narrativa es tan precisa y exacta que sus dos horas y media de duración apenas se sienten y al llegar al clímax uno quiere ver más y seguir experimentando dentro de este mundo medieval, de caballeros, reyes, escuderos y traiciones. Por supuesto que al tratarse de una época violenta, en todos los sentidos posibles, todo lo que se muestra tiene ese todo “violento” y sin pelos en la lengua. Si bien el subtexto es algo que bien podría pasar, y pasa lamentablemente, aún en nuestros tiempos su visceralidad lo hace atractivo y capta al instante al espectador. Algo no tan positivo para la historia, que igualmente luego termina siendo anecdótico, es que su primer acto es un tanto confuso en cuanto a ubicarnos históricamente y hay muchos saltos en el tiempo que no permiten afianzarse con la historia, lógicamente con tal los minutos pasan y la historia avanza esas dudas se disipan y esas primeras sensaciones no tan positivas quedan en el olvido. Lo mismo sucede con la caracterización de los personajes que en un comienzo dan la impresión de ser algo exageradas, sobre todo en los looks de Matt Damon y Ben Affleck– sobre todo este último- pero que por cómo está contada la historia y si bien impresiona a cada momento uno se acostumbra y lo acepta (aunque siempre termina haciendo ruido) Las actuaciones son un pilar fundamental en The Last Duel. Cada uno de los actores y actrices involucrados están a la altura de las circunstancias y logran performances casi inolvidables, rompiendo con lo usual de sus rangos y creando sensaciones confusas en sus respectivos fanáticos. Comenzando con la estrella en ascenso, en cines, de Jodie Comer que con un personaje mucho más sutil que el resto demuestra todas sus cualidades en el momento en el que cambia radicalmente esa sutileza por una de las actuaciones más dramáticas y duras que se hayan visto en el último tiempo. Luego está el trío de actores compuesto por Ben Affleck, Matt Damon y Adam Driver de los que ya se conocen todas sus aptitudes y puntos débiles pero el que más se destaca de ellos es Driver, por el rol que le toca ocupar y por cómo se diferencia este papel del resto de su carrera. Lo que él logra es impresionante a tal punto de ser irreconocible para con la audiencia, un gran cambio para él y aún más alentador todavía sabiendo que este año aún falta ver una nueva película suya, también con Ridley Scott como director, Son Of Gucci (2021). El Último Duelo es una gran película épica medieval que por fortuna no sólo aprovecha su nivel visceral de violencia para mostrar peleas sangrientas sino que esa violencia se ve representada en hechos más “comunes y normales” que eran para la época y logra un viaje inmersivo total a otros tiempos, pero que a fin de cuentas habla sobre temas reales de estos tiempos y no se calla nada, todo lo contrario, propone que se grite y que se haga fuerte estruendosamente. Definitivamente una de las películas del año.
Estirar la agonía de una franquicia que se queda sin fuerza Michael Myers vuelve, de nuevo, a acechar Haddonfield en la segunda parte de las tres películas que presenta David Gordon Green. La franquicia de Halloween que comenzase allá por 1978 y que fuera dirigida por el gran John Carpenter sigue escribiendo capítulos y luego del reboot/remake/secuela que fue la Halloween de 2018 de David Gordon Green el futuro del asesino más célebre de hollywood parecía tener un futuro promisorio y así se ganó su propia secuela con Halloween Kills, el segundo capítulo de esta historia que culminará el año próximo con Halloween Ends (2022) dando cierre a la, por ahora, historia secuela oficial y avalada por el propio Carpenter. Pero ahora bien, ¿de qué va esta secuela? bueno, retomando en donde terminó la película anterior, con The Shape encerrado en una trampa casera diseñada por Laurie Strode (Jamie Lee Curtis) y que junto a su hija (Judy Greer) y nieta (Andi Matichak) creían haber terminado con él para siempre, Michael logra escaparse (cuando no) del infierno enjaulada en el que estaba. Una vez liberado, no es spoiler porque bueno… siempre pasa, Michael irá en búsqueda de las tres mujeres Strode para terminar de una vez y para siempre con lo que empezó allá por el ‘78. Al mismo tiempo, la gente de Haddonfield decidirá tomar cartas en el asunto para que este fenómeno deje de aterrorizar al pueblo y unirse para detenerlo. ¿Podrán? Luego del primer paso fuerte de la Halloween de 2018 las ilusiones de una secuela a la altura eran inconmensurables por la calidad técnica de su puesta en escena y por decisiones estrictamente argumentales que proponían un regreso a las bases de la cinta original y no tanto a la de las olvidables y numerosas continuaciones. Pero nuevamente Halloween se choca contra la pared de su propio legado y, una vez más, vuelve a caer en la trampa del envión principal (igual que sus fanáticos) y termina otorgando una película que hace agua por todos lados a nivel argumental y que sus puntos altos son demasiado puntuales y escasos dentro de una película de casi dos horas de duración. Comenzando con estos buenos elementos está bueno destacar el nivel de gore utilizado en las muertes, algo casi impropio para la franquicia pero aggiornado a los tiempos que corren, hay una muy buena utilización de efectos para visualizar de la mejor manera cada una de las muertes y eso es muy valorable. También, el director junto con los guionistas, apuestan a revivir parte del lore que tiene la franquicia trayendo personajes de la original y convirtiéndolos en elementos sustanciales de ésta, incluso cambiando algunas de las cosas que se conocían de aquella primera entrega y redefiniendo algunas cuestiones de la psicología de estos personajes tan queridos y entrañables para algunos. Esa búsqueda, en pos de elevar la obra propia, es válida y es riesgosa pero en este caso sale bastante mal porque parte de una premisa que los que pensaron la cinta parecieron obviar, no es interesante. Ahí está el mayor problema, el desarrollo de la cinta se da en un caos general de personajes a los que no queremos ni un poco, no nos interesan si mueren o viven, ni sus motivaciones. Al hacer foco allí, el espectador puede gozar más o menos de lo que ve, pero el interés es casi nulo y más aún cuando esos personajes abren la boca y tienen algunos diálogos que son tan insulsos y ridículos que el verosímil, bastante amplio, de la saga se rompe por completo y producen más risas que sustos o incomodidad. Imperdonable. Todo ese cúmulo de situaciones tiene su momento más concreto cuando promedia el segundo acto hasta el desenlace del tercero en donde todo lo construido se va por la borda en un conjunto de escenas y momentos que parecen extraídos de una película parodia. Las actuaciones van de la mano con toda esta situación y los únicos dos actores que logran destacarse poco y nada tienen que ver con la historia central. Scott MacArthur y Michael McDonald son los grandes ganadores de una película en donde todo el resto es bastante desastroso. Incluyendo a la propia Jamie Lee Curtis que sólo se ve una pizca de su talento en el género al final de la película en forma de promoción para una tercera, anticipando lo que será una especie de combate final contra Michael pero nada más. El resto es totalmente olvidable. Halloween Kills es una secuela totalmente corporativa y empresarial que nada tiene que ver con la película original y bastante poco con su entrega anterior. El futuro determinará qué es lo último que queda por contar de Michael Myers y Laurie Strode pero lo averiguaremos el año próximo cuando ésta lucha titánica llegue a su fin en Halloween Ends. Ojalá que muestren su mejor cara.
El origen de Tony Soprano y ¿de algo más? Uno de los personajes más icónicos del mundo televisivo consiguió su precuela para contar y mostrar cómo se convirtió en el capo de la mafia de New Jersey. A fines de la década de los 90 en HBO se estrenó The Sopranos (1999-2007), la serie insignia de dicha marca durante mucho tiempo que contaba la historia y los chanchullos de una familia mafiosa asentada en los suburbios de New Jersey y hacía foco en la vida del “capo” o del jefe de dicha familia: Tony Soprano. Encarnado por el gran, y que descanse en paz, James Gandolfini la serie se desarrolló durante 6 temporadas y 86 capítulos en donde cada una de las decisiones pasaba por la aprobación de David Chase, quién fuese creador, showrunner, productor de la serie en general y el director y guionista del primer episodio y del último. Ahora claro, la serie tiene 14 años de terminada pero el furor por su historia y, sobretodo, sus personajes siguen ahí latente y despertando devoción y fanatismo en cada nuevo espectador que descubre una serie que puede definirse cómo de culto o como una, hay quienes que afirman la mejor, de las mejores series de la historia de la televisión. Ahora David Chase regresa a juntarse con Warner Bros. y HBO para continuar su legado y expandir el universo, un concepto demodé pero arriesgado para este tipo de historias, que supo crear con Los Santos de la Mafia (The Many Saints of Newark, 2021), una película que funciona a modo de precuela que se centrará en contar cómo fue que Tony, ahora personificado por Michael Gandolfini (quién recoje el manto de su difunto padre), terminó siendo el monstruo de poder que se supo ver en la serie original. Claro que no sólo en eso se hará hincapié porque, mucho antes de Tony, al mando de la familia supo estar Dickie Moltisanti (Alessandro Nivola) y él también tuvo que lidiar con el poder y la responsabilidad que conlleva ser el líder de una organización criminal. Al mismo tiempo que la puja por el poder se desata dentro de la familia por ver quién debe y tiene que ocupar ese rol, disturbios a lo largo de toda la ciudad caldearán el ambiente desarrollando un malestar social y racial en donde la lucha de poder no tardará en explotar. Con un guion del mismísimo David Chase y con la dirección de Alan Taylor ésta película logra su cometido principal: ampliar de manera correcta el universo ya establecido. La cinta cuenta con una catarata constante de guiños para con el fan de la serie pero sin que sea sólo un gran guiño de dos horas a la que la domine, por completo, la nostalgia. Claro que tiene mucha e incluso da la sensación de que un poco menos de relación con la serie hubiera sido mejor pero eso era inevitable por una cuestión de venta de producto y también por la época e historia en donde transcurre la película. Por otro lado y quitando todo lo que tenga que ver con guiños directos a la serie, el guion establece una muy buena película de mafia y política en donde un género alimenta a otro y se crea un gran simbiosis. Quizás no a la altura de obras como las de Martin Scorsese pero si mantienen su atractivo a través de una gran violencia, sentido del humor negro y lo mejor de todo, una historia entretenida. Por supuesto que quienes hayan visto la historia antes encontrarán un montón de referencias ocultas y otras explícitas pero lo que no, en algunas cosas quedaran afuera (sobre todo a nivel nostalgia). Las actuaciones logran estar a la altura. En primer lugar hay que destacar a Alessandro Nivola quien la rompe toda decididamente y se banca estar un 90% del tiempo en pantalla y gracias a su capacidad pudo traer a la vida, de gran manera, a un icono del que bastante poco se sabía y pudo hacer que el famoso Dickie Moltisanti sea tan temible como se suponía que debía ser. Ray Liotta es otro de los grandes aciertos de cast, alguien que supo ser fetiche de David Chase, y que por supuesto derrocha clase y aprovecha toda su experiencia en películas mafiosas y demuestra que Chase no estaba equivocado al haberlo querido convocar en su momento para Los Soprano y que su participación ahora era algo que debía pasar. Vera Farmiga es otra de las grandes estrellas y apariciones que tiene el elenco y la película. Mucho se sabe de sus cualidades como actriz, pero el papel que debía interpretar era todo lo opuesto a lo que ella está acostumbrada y es de común conocimiento que sabe interpretar. La gran sorpresa a la hora de anunciar el elenco fue Michael Gandolfini, el hijo de James quién supo crecer en los sets de Los Soprano y que ahora debe llenar los zapatos de su padre, en sentido figurado, pero que gracias a su semejanza física logra devolver a la vida al Tony Soprano que todo el mundo conoce. Esas miradas, esos gestos, logran suplir algunas de las carencias actorales que tiene Michael, que está comenzando su carrera es verdad, pero que logra estar a la altura de lo que los fans pedían y de lo que semejante papel requiere. Los Santos de la Mafia cumple correctamente con su propósito de expandir el universo de Los Soprano. La película tiene una base lo suficientemente sólida para que alguien que no haya visto la serie pueda entender los sucesos que pasan pero que sin dudas está pensada para aquellos que sí lo hicieron y son fans de la misma. Ahora la película lejos de quedarse con lo ya establecido, deja indicios de que aún puede haber más para contar. Por donde termina el film y por cómo lo hace. Un final que sin dudas dejará al espectador sin aliento mientras que la música escogida los sumerge en un interminable mar de nostalgia, pero que funciona muy bien cómo toda la película en general.
Nunca es tarde para aprender nuevos trucos A sus 91 años, Clint Eastwood sigue haciendo historia volviendo a dirigir y protagonizar su nueva película. La estrella del Western, Clint Eastwood, no se cansa de ser historia viva en la industria del cine y luego de un parate de dos años luego de su última película, se vuelve a sentar en la silla del director para adaptar la novela Cry Macho de 1975 escrita por Nathan Nash, en la que cuenta cómo un vaquero, interpretado por Eastwood, que supo ser una estrella de rodeo muy famoso en su época de oro se ha venido a menos por el lógico paso del tiempo y ahora cumple tareas menores en un rancho bastante olvidado. Este vaquero, Mike (Clint) termina siendo despedido por no poder cumplir las obligaciones mínimas que el lugar requiere, pero al cabo de un año su ex jefe lo convoca para ver si Mike puede resolverle para un último gran favor: cruzar la frontera a México en busca de su hijo. Con todas las implicancias que tiene el caso, Mike deberá afrontar un viaje en el que tendrá que sortear más de un escollo a los que a su edad, ya no estaba preparado. A sus 91 años Clint Eastwood vuelve a ir contra la corriente hollywoodense de las historias mainstream y grandilocuentes para brindar una bocanada de aire fresco con un western crepuscular en donde el viaje de un hombre que ya no tiene nada que perder y el mundo aparentemente ha dejado de serle útil, debe ingeniárselas para demostrarle al mundo, y a sí mismo, que aún quedan razones por las que vivir y ser parte de un sistema que parecería haberlo expulsado violentamente. Ese es el principio fundamental de una cinta que se encarga, luego de un primer acto un tanto tumultuoso y un tanto apresurado, de lograr una empatía e identificación total con el personaje principal que está desarrollado con muchísima sutileza y clase, poco propia de tiempos modernos, pero al que es imposible no sentir compasión. Claro que estos sentimientos, que se ven potenciados una vez que comienza el verdadero viaje de nuestro protagonista, están reflejados de una manera magistral por el director de fotografía homenajeando a los grandes planos de los westerns de antaño en donde los paisajes bien pueden enamorar y trasladar sensaciones. Al estilo de Paris, Texas (1984) de Wim Wenders, la trama se desarrolla de manera tranquila y sin grandes puntos de gran acción, aunque momentos de tensión no van a faltar. Todo gira en torno de los diálogos, de las miradas y de que se está dispuesto a hacer en pos de lograr el cometido final, por más nuevas cosas que uno deba aprender a hacer ,es montar a caballo o aprender un nuevo idioma. En los grandes aspectos, pero más que nada en los pequeños es donde Cry Macho encuentra su entidad, fortifica sus aspectos positivos y aquellas pequeñas cosas que uno le pueda reprochar quedan en un costado. Una vez que el espectador está metido de lleno en la historia, pero por sobre todo en los sentimientos, que se muestran ya la película ganó, porque es imposible resistirse ante la técnica para narrar y mostrar lo que Eastwood quiere. El elenco de está película es bastante particular ya que en el dúo que se conforma de protagonistas está por una lado Eastwood y del otro lado un debutante como Eduardo MInett, un jovencito mejicano más abocado a la música y que da sus primeros pasos en la actuación y la verdad es que ambos logran establecer una buena dupla y se bancan todo el peso de la película. Igualmente, y claro está, Clint se lleva todas las miradas y cada uno de sus momentos será atesorado por más que, por obvias razones, se lo note un tanto fuera de tiempo. Luego hay participaciones a cuenta gotas de otros actores y actrices como Natalia Traven, Dwight Yoakam y Fernanda Urrejola que logran establecerse de buena manera y crear personajes tridimensionales, con problemáticas reales (agigantadas por la trama) pero que todos se mantienen en el mismo plano terrenal. Cry Macho es una película que logra establecer un dilema universal en una hora cuarenta de película. La utilidad de una persona cuando ésta misma ya no tiene fe, no ve un rumbo y cree que la vida ya se le ha terminado. Por suerte quedan realizadores como Clint Eastwood que eligen seguir apostando por este tipo de historias.
Fase 4 en pleno desarrollo y expansión Marvel Studios sigue ampliando su catálogo de héroes y ahora le toca a un tapado, sin superpoderes pero con un gran legado detrás. Las cosas en el Universo Cinematográfico de Marvel parecieran estar, de a poco, empezando a apuntar hacía un horizonte. Por más que ese destino todavía quede lejos y algunas piezas aún no han sido presentadas, el juego ya está en marcha. Desde que la famosa “Fase 4” dio su inicio con WandaVision, las abundantes y repetidas teorías sobre el multiverso de Marvel están en boga de todos sus fanáticos pero, aparentemente, no es sólo eso lo que Kevin Feige tiene entre ceja y ceja y aquí es donde se presenta Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings. Una historia de origen de un nuevo personaje, del cual nada se sabía hasta este momento y que pareciera llegar a la gran pantalla para dos aspectos en particular. Por una parte seguir constituyendo una línea de héroes que estén en la tierra lidiando con problemas y situaciones no tan grandilocuentes y por otro lado la representación asiática en la gran pantalla. Ahora bien, ¿de qué va Shang-Chi? Bueno, en esta historia de origen se nos presenta a Shaun (Simu Liu) un joven que se gana la vida tranquilo, con un trabajo común y sin ver ningún foco de atención junto con su mejor amiga Katy (Awkwafina) de ningún tipo hasta que de buenas a primeras los fantasmas de su pasado los atrapan a ambos y ahí Shaun deberá revelar su verdadera identidad cómo el hijo del líder de los Diez Anillos, el grupo terrorista/secta que en su momento tuvo que lidiar con Iron Man en repetidas oportunidades, demostrando así habilidades para el Kunf Fu y diferentes artes marciales que lo posicionan como un luchador y asesino sin parangón. Él deberá enfrentarse a su padre y las pesadillas que lo atormentan antes de que termine liberando en la tierra fuerzas que están fuera de su comprensión. Con la dirección de Destin Daniel Cretton (Just Mercy) y el guion en conjunto Dave Callaham, Andrew Lanham y el propio director. Marvel apostó a “bajar un cambio” con respecto a la linea actual que viene manejando y despegarse, por un ratito, de los problemas universales y que pasan lejos de la tierra y después de haberle dado su merecido lugar a la película en solitario de Black Widow (2021) y The Falcon and the Winter Soldier (realidades totalmente diferentes) demuestran que las historias más terrenales todavía pueden hacerle ingresar una buena cantidad de dinero a sus billeteras. Pero de tanta rosca y manija que se la ha dado a esos problemas más grandes casi como que ver a esta altura una película sobre un personaje que, a grandes rasgos, es desconocido y que a priori la trama no consigue ese gancho directo con el público todo depende mucho de lo que el director y guionistas logren hacer para que esa sensación se disipe. Y ahí es donde radica el problema principal de la película, que lejos está de ser una mala película pero que no tiene lo necesario como para marcar la cancha a la hora de decir “el cine de Marvel volvió.“ Pero vamos por partes; Comenzando por los aspectos positivos, la cinta tiene algo más original que el resto y es que sus escenas de acción y coreografías de pelea están perfectamente alineadas y coordinadas, y con mucha participación real de sus actores estrellas. Eso, si bien todo está maquillado por el CGI (para pulir cuestiones pequeñas) le dan un toque realista y hacen un fiel homenaje a las películas asiáticas de antaño en donde la elasticidad y delicadeza de los movimientos eran más importantes que la brutalidad de los golpes. También en cuanto al tono estético, hay un poco de arriesgar a mostrar algo distinto, con algunas tomas que no son usuales en este universo o movimientos de cámara que le dan un toque autoral a lo que se ve. La producción en cuanto a los vestuarios es brillante y se nota mucho el hincapié que se hizo para reflejar lo más posible la cultura china. Y ya dicho eso, ahí empiezan los problemas. Problemas que el mismo director viene arrastrando en sus películas anteriores y que ya pareciera ser una marca en su estilo que es la de hacer películas torpes, con claras faltas de tiempo y de tempo para resolver cuestiones de guion y de que la esencia de la película nunca pueda verse en su esplendor. Grave problema teniendo en cuenta que estas películas suelen tener un ida y vuelta en cuanto a lo dramático que siempre son resueltas de determinada manera, y si bien el mecanismo es similar hace ese proceso más largo y con un remate peor. El humor que se usa en la película es, desde hace mucho tiempo, el que peor sentido tiene. Se nota forzado y forzoso, bajándole categóricamente la seriedad a una historia que tiene cierta oscuridad. El CGI alterna entre buenas y malas. En lo que tiene que ver con fondos de paisajes, escenarios enteros y la “gran foto” de la película es bastante mediocre, incluso peor que eso. A su favor, la inversión de la tecnología se hace notar en momentos clave y donde verdaderamente se necesita, está bien desarrollado. Aún sin estar a la altura de otras mejores, claro. La historia en general se ve, y se nota, muy estirada. Llega a tal punto que los últimos 40 minutos están de más y todo es estirado para que se redondee en un horario, ya estándar, de dos horas y cuarto. Por fortuna para la película y a pesar de todo esto que dificulta la experiencia, al ser una obra que apunta a las artes marciales, es lo suficientemente entretenida como para no aburrir pero si que se siente su exagerada duración. Así Shang-Chi hizo su debut en la gran pantalla, con una película que alterna buenos momentos con otros mediocres y que encuentra en sus puntos distintivos lo suficiente cómo para que sea decididamente una mala película. Seguramente habrá más del personaje, está todo establecido para que así sea, y quedará ver cómo se desenvuelve alguien que no tiene poderes cuando le toque compartir equipo con dioses o criaturas de otros planetas, porque ahí es donde apunta el futuro de Shang-Chi.
El Juego del Miedo Continúa y se niega ferozmente a morir La franquicia de horror no quiere saber nada con terminar y vuelve a apostar por su continuación. SAW o, mayormente conocida cómo, El Juego del Miedo (2004) es una de esas películas del siglo XXI que logró convertirse rápidamente en un film de culto a tal punto que amantes u odiadores del género se juntaron, y siguen juntándose, a verla para disfrutar uno de los más recientes clásicos del género. Tal fue su furor que velozmente se convirtió en franquicia y, con sus altibajos mediante, año a año, fue entregando secuelas y secuelas en donde la historia sencilla se transformó en una gran trama de enredos y sorpresas para todos los espectadores. Luego de que la línea temporal principal finalizó en 2010, la saga tuvo un reinicio en 2017 con Jigsaw intentando comenzar nuevamente con la saga pero su nivel fue de medio para bajo y ahí quedaron las ganas de expansión. Pero, cómo en la trama de la franquicia, nunca hay que bajar los brazos, la franquicia vuelve a intentar re-despegar con Spiral: From the Book of Saw, dirigida por Darren Lynn Bousman, viejo conocido de la franquicia, y guionada por Josh Stolberg y Pete Goldfinger. En esta oportunidad la trama nos lleva a conocer a Zeke (Chris Rock) un detective que está mal visto por sus colegas por haber delatado en el pasado a un compañero corrupto y ahora debe lidiar con el mal humor constante en el precinto. De repente asesinatos del estilo del difunto Jigsaw comienzan a perseguir a diferentes miembros de la fuerza policial y entonces el clima, si ya era pesado, se volverá peor aún para Zeke y su nuevo compañero William (Max Minghella) mientras intentan develar quién es el nuevo asesino y por qué se las tiene jurada a los policías. Si algo caracterizó a fuego a la franquicia de Saw eran las muertes shockeantes, las perturbadoras trampas, el pintoresco villano y la trama, sencilla al principio y compleja al final, que mejor o peor contada era entretenida y llevadera. La diferencia principal radica principalmente en esa arista, la trama es muy aburrida y está mal contada, con un montaje frenético pero que marea y recursos narrativos que ningún tipo de sorpresa aporta. En las actuaciones no hay nadie que se destaque, salvo por algunos momentos de Chris Rock y en general la película es un gran ¿por qué? Ahora todo ese panorama que se establece durante, aproximadamente, una hora entera de los 90 minutos que dura el film cambia radicalmente en el final llevando la esencia clásica del juego del miedo a su máxima potencia con una última gran muerte, planteando las bases para una continuación y con un ritmo de suspenso muy interesante logrado por juego de cámaras y música que lleva las pulsaciones al máximo. El único propósito de la película, aparentemente, sería el de volver a establecer las bases del universo para una continuación masiva. Si el futuro traerá más entregas de Saw es una incógnita pero si lo hacen con la calidad de la última media hora será muy bien venidas. QUE COMIENZE EL JUEGO de las secuelas.
Ryan Reynolds en su mejor versión, original, fresco e histriónico Finalmente llegó la esperada película de Ryan Reynolds luego de sus diferentes retrasos y cancelaciones, en medio de la pandemia y la fusión Fox / Disney. Guy (Ryan Reynolds) es un cajero de banco en la normalmente violenta ciudad de Free City, un lugar donde abunda el crimen y los asesinatos pero esos hechos a él particularmente no parecen afectarle ya que, a pesar de estas contingencias, lleva una vida demasiado rutinaria y día a día repite la misma fórmula. Todo hasta que Guy se cruza accidentalmente con Molotov Girl (Jodie Comer), una mujer de armas tomar que cautiva a Guy como nunca antes y que lo obliga a moverse de sus tareas corrientes y ahí se dará cuenta de que su vida no es tan corriente cómo el piensa ya que él forma parte de un RPG (videojuego de rol) llamado Free City, pero Guy no es un jugador más sino que es un programa dentro del juego denominado NPC (personaje no jugable). De esta manera Guy tendrá que lidiar con ahora saber que su vida es, básicamente, una mentira y al mismo tiempo, en el mundo real, otra disputa se presentará con quienes manejan el juego (en las oficinas) cuando encuentren más de un problema al descubrir que su juego tiene vida propia. Así como suena su premisa, la nueva película de Shawn Levy parece un delirio sin comparaciones de la que sólo se podría esperar lo peor, pero el resultado final termina siendo totalmente lo opuesto. Las razones por las que este proyecto, en el que Reynolds tuvo tanto protagonismo tanto frente como detrás de las cámaras (uno de los productores) son varias. Ahora hay un motivo que es muy particular y especial que es el de ser orgánicamente divertida y entretenida durante toda su duración 115 minutos, algo que hoy por hoy no es fácil, sino todo lo contrario, cada vez es más complejo; el guion a cargo de Zack Penn y Christophe Beck se encarga de mantener una narrativa ágil y audaz para presentar su propuesta y que tenga los menos baches posibles. Ahí claro que entra en juego otro tema, ya que la historia que se cuenta y los elementos que la rodean pueden parecer simples y familiares para toda una generación que ya ha crecido con juegos como el Grand Theft Auto (GTA) en sus diferentes ediciones, ahora para el resto del público, el más maduro, digamos, también encuentra mecanismos en los diálogos cómo para no quedarse afuera de lo que sucede y que sea sólo diversión para los más chicos y no tan chicos también. Ahora claro, la película también aborda un tema en lo diegético que irónicamente se dio en la previa de la realización de la misma en la vida real, por lo que su retraso se produjo varias veces previo a la pandemia, entonces se puede trazar un paralelismo muy pero muy directo entre los héroes y villanos de la película con los señores de traje que se encuentran en las diferentes oficinas de los estudios de cine. Para que no queden dudas, básicamente Disney y lo que antes era 20th Century Fox. Uno de los grandes condimentos del film es su gran y variado elenco que, encabezado por Ryan Reynolds, cada uno de los actores y actrices logran en su función y rol destacarse y lograr una labor muy armónica en donde todos tienen su momento en particular para demostrar sus dotes actorales. La gran sorpresa, o no tan sorpresa, es la aparición de Jodie Comer que pide a gritos nuevas posibilidades en películas mucho más importantes; quizás esta película sea su trampolín. Otro que sigue escalando y demostrando su capacidad, ahora en un papel un tanto secundario pero no así menos importante, es Joe Keery que bajó un cambio después de romperla toda en Spree (2020) y que demuestra que puede estar en diferentes géneros y que en todos le va bien. Alguien que sigue incursionando en la actuación es Taika Waititi y acá la verdad da un paso atrás siendo el gran debe de la película siendo un antagonista poco memorable. El le imprime su estilo particular manejando la ironía y la comedia gestual pero poco hay que destacar de su trabajo, hasta tal punto llega que termina siendo realmente insoportable simplemente escucharlo. Claro que todas las luces se las lleva Ryan Reynolds y eso está muy bien porque acá está en su salsa y se mueve como pez en el agua, siendo un “payaso” cuando se lo requiere y cuando hay que ser más serio, también. Pero el carisma del canadiense es tan grande que produce un eclipse para con las falencias que puede llegar a tener como actor. Una sonrisa, una mirada, una postura corporal basta para que Reynolds le saque una sonrisa al espectador y eso es más que fundamental y destacable. Free Guy es una película que funciona, que divierte, que entretiene y que logra que el espectador se sienta realmente bien. Por sus momentos de comedia y de aventura el visionado y la atención puesta en la cinta no corre peligro, pero es más que entretenimiento pasajero y momentáneo. Si se quiere, habla de cómo funciona una industria en donde el más grande se come al más chico y se limita el desarrollo creativo, de cómo la falta de originalidad lleva a todos los estudios a que hagan y no dejen de hacer franquicias esquematizadas en base a números y no en experiencias y a que el espectador se termine sintiendo como Guy, como un personaje no elegible en donde la vida es controlada por algoritmos. Entonces Free Guy puede significar y ser todo lo contrario, todo depende de como lo quieran tomar.