“Comer no es sólo comer. Alrededor de una mesa se abre el apetito, pero también el alma”. La película de Jorge Coira decide contar, intercalar, seis historias divididas en tres momentos: los tres momentos que ocupan cada una de las más importantes comidas del día (falta la merienda, que justo es la más importante en Mi vida).
Amor, música, lazos familiares, miedos, decepciones, dudas, ilusiones, todo gira alrededor de estas mesas que reúnen a personas. Al principio los personajes aparecen, las tramas empiezan a asomar, y parecería no haber demasiada relación entre ellas.
Así como el film se divide en estos tres momentos rutinarios, es que las historias que se cuentan son pequeñas, sencillas, suceden en poco tiempo, y son como las comidas, momentos de la vida.
Entre las diferentes historias y personajes, se destacan quizás dos, o al menos dos me han llamado más que el resto, aunque cada una tiene su pequeño encanto. Una es la de una mujer, casada, con un hijo pequeño, que decide llamar a un antiguo amigo, que en realidad es un amor con quien nunca llegó a pasar nada pero últimamente reapareció en sueños.
La otra, la de una pareja de dos muchachos que no terminan de enfrentar lo que son, que no terminan de aceptarse ellos mismos por lo que no esperan que el afuera los acepte como son.
Cada uno de los actores sabe lo que hace e impregna a sus personajes de las cualidades que los hacen únicos pero a la vez tan fácilmente identificables. Pero además de un muy interesante juego de guión, que sabe en qué momento detenerse en cada trama y cuando pasar de una a otra, hay una puesta de cámara que a menudo se enfoca en detalles de un modo muy bello.
Y uno de los detalles que se repite en el último tramo es el de los abrazos, los personajes se abrazan aunque no siempre el “desenlace” entre ellos sea el más feliz. Sin dudas, 18 comidas es una película más que disfrutable, hecha con mucho corazón, y con la que uno no podrá evitar sentirse tocado.
Es como una de esas comidas, esos platos a simple vista sencillos, caseros, que no requieren una elaboración demasiado compleja, que no necesitan demostrar lo gourmet que son, pero que luego dejan la panza llena y en este caso más que nunca, el corazón contento.