1917 es un prodigio técnico del realizador Sam Mendes que se ganó su lugar entre las mejores producciones bélicas concebidas en las últimas décadas.
La historia está inspirada por las anécdotas que le contó al cineasta su abuelo, Alfred Mendes, un veterano de la Primera Guerra Mundial que recién a los 70 años empezó a compartir las experiencias que había vivido en su juventud.
Después de ver este film queda la sensación que si este artista no gana el premio Oscar al Mejor director habría que cerrar la Academia de Hollywood por lo menos diez años. Esperar a que los votantes se interioricen en estos temas y después reanudar la ceremonia otra vez.
Mendes nos transporta al escenario de este conflicto a través de una apasionante experiencia inmersiva que puede traer al recuerdo el primer visionado de Dunkerke
Al igual que la obra de Christopher Nolan, durante el desarrollo del relato más que disfrutar una película uno tiene la sensación que se encuentra en el frente con los protagonistas.
Si bien se trata de filmes diferentes desde lo argumental este punto en común está presente.
La particularidad del trabajo de Mendes es que tiene una mayor humanidad y permite que nos conectemos emocionalmente con los personajes con otra intensidad. Dunkerke era mucho más fría en ese aspecto.
Uno de los grandes atractivos de esta producción pasa por la manera en que está narrada la historia.
El director aborda la trama a través de varios planos secuencias que gracias a una labor soberbia en la edición transmite la sensación de seguir el conflicto en una toma única.
Para aquellos cinéfilos que aman este recurso esta película es la gloria y buscarán verla más de una vez en el cine.
El modo en que Mendes desplaza las cámaras y hasta se da el lujo de jugar con algunos momentos del género de terror dan como resultado un espectáculo extraordinario.
Si bien la violencia tal vez es menor a cosas que vimos en el pasado, el director retrata con muchos detalles el horror de lo que fue una de las guerras más brutales del siglo 20.
George Mackay y Dean Scott Chapman, los protagonistas, generan una empatía absoluta desde el inicio y a lo largo del relato aparecen artistas más conocidos que tienen participaciones especiales. Voy a reservar los nombres por si alguien quiere descubrirlos directamente en el cine.
Si hubiera que hacerle una mínima objeción al film tal vez se podría resaltar que en ocasiones el argumento se apoya demasiado en ciertas casualidades que determinan situaciones claves para el personaje principal.
De todos modos son minucias que se pueden dejar pasar y quedan opacadas por las virtudes técnicas de la dirección de Mendes.
Como ocurría con Dunkerke no se trata de una película histórica para interiorizarse sobre la Primera Guerra Mundial sino que la propuesta se centra más en la experiencia visual que ofrece como obra cinematográfica.
No puedo dejar de resaltar la fotografía del genio de Roger Deakins (Sicario) y la música de Thomas Newman que en más de una oportunidad incrementa la tensión del relato.
Tremenda película para disfrutar en una sala de cine que desde esta semana se destacará entre lo mejor de la cartelera.