1917

Crítica de Leonardo M. D’Espósito - Revista Noticias

Si en su dormitorio, esta noche, apareciera un dinosaurio, es probable que el asombro le impida dormir. Si aparece esta noche, y mañana, y pasado mañana, y todos los días, en algún momento dejará de prestarle atención, a menos que el terrible lagarto, en cada ocasión, haga algo que rompa la rutina, ya sea mostrarle los dientes o bailar tap. Lo mismo pasa con cualquier película basada en un único y acrobático dispositivo visual. El más utilizado por quienes primero creen ser artistas y después buscan justificar el cartelito, en el cine, es el plano secuencia. Ya Hitchcock había dicho que era una tontería, pero tanto Iñárritu en Birdman como ahora Sam Mendes, alguna vez comparado con Orson Welles (cuando Belleza Americana, ese film subrayado y sobreactuado) deciden abrazarlo. 1917 sigue las andanzas de un par de soldados en la Primera Guerra Mundial que tienen un tiempo limitado para frenar un avance y evitar una masacre. Mendes se regodea con la arbitrariedad que la guerra le permite, pero basta un plano (cierta mano, casi a media hora de rodaje, que ingresa inadvertidamente en un cadáver descompuesto) para que todo se desmorone: interesa más shockear con la crueldad y con el dispositivo (el famoso “mirá, mamá, filmo sin manos”) que narrar algo. Atracción de feria autoimportante (ok, Avengers: Endgame también lo es, pero de frente y de modo honesto), es un dinosaurio que pasa ante los ojos sin siquiera desearnos “buenas noches”.