La guerra que cambió el mundo
El cine bélico tuvo grandes películas en los últimos veinte años, películas que se han convertido en clásicos por su narrativa o porque han sabido construir historias desde la crítica a hechos lamentables de la historia de la humanidad. Llega una película de esas que sorpresivamente suelen colarse en las temporadas de premios por lo bajo y empiezan a llamar la atención en base a la cosecha de premios importantes, incluso antes de su estreno comercial. De la mano de Sam Mendes, reconocido director de esa maravillosa película multipremiada llamada Belleza americana (American Beauty, 1999) que narraba el derrumbe de una familia de clase media que se entregaba a sus más básicos instintos en busca de liberarse de la monotonía, llega esta historia de amistad en la Primera Guerra Mundial que logra un efecto increíble desde la puesta, pero que se queda a mí parecer mucho más en jactarse de toda su grandilocuencia técnica que en su guion.
La historia cuenta el viaje de dos soldados que deben cumplir una misión suicida para evitar que todo un pelotón caiga en una trampa tendida por el ejército enemigo, con el agregado de que el hermano de uno de los emisarios se encuentra en dicho pelotón. Con respecto a las actuaciones no hay nada que reprocharles, tanto el impulsivo Blake (Dean-Charles Chapman) como el desanimado Schofield (George MacKay), están impecables en sus roles y tienen una buena química el tiempo en pantalla; a lo largo de la película veremos breves intervenciones de Colin Firth, Mark Strong y Benedict Cumberbatch logrando buenos puntos en esas breves apariciones.
Vamos a hablar un poco de lo que para mí es claramente el punto fuerte de la película y creo que para eso hay que nombrar al principal responsable que es Roger Deakins, un tipo que estuvo por ejemplo como director de fotografía en Sueños de libertad, Fargo, Una mente brillante, Sin lugar para los débiles y Blade Runner 2049, por citar algunas de la vasta cinematografía de este genio. 1917 es un espectáculo de manejo de cámara, un show para todo el cinéfilo, que emula un poco lo logrado por Christopher Nolan en esa joya llamada Dunkerque (2017). No hay dudas que la película logra su propósito de generar esa sensación de arritmia constante, el artilugio de la toma única como ejercicio de que lo narrado se apoye en su totalidad en tecnicismos del cine quizás sin dejar que los personajes destaquen tanto pero logrando una armonía entre el uno y el todo es eficaz. Pienso que Mendes logra un despliegue monstruoso en ese supuesto plano secuencia único que no dejará indiferente a absolutamente nadie la película: es un espectáculo de planos hermosos que te hacen testigo por momentos en primer plano del horror de la guerra pero también deja momentos para apreciar la indiferencia de lo hermoso en ese mismo contexto.
Estamos ante una muy buena película para disfrutar en cine, tal vez en la pantalla de IMAX y lo que tener ese sonido significa para el maridaje de una obra como esta. Ahora debo tomarme las líneas necesarias para decir que no me parece una película perfecta y creo que la simpleza en su historia hace que me falte algo, a lo largo de lo que dura el film, no logré enganchar con los personajes que si bien tienen el trasfondo que los pone en esta situación y que no los despoja de su humanidad. Aunque eso les pase factura, siento que el foco es lo técnico y por eso es que no siento que sea la mejor película del año, es muy buena en lo suyo pero para mí no le alcanza para el conjunto de cosas que yo espero en la mejor película de 2019. Recomiendo que la vean en cine porque es un espectáculo que amerita verse en pantalla grande con buen sonido. Faltando semanas para los Oscars seguro veremos a 1917 llevarse más de una estatuilla a casa; al menos en el apartado técnico yo le daría todos y cada uno de esos premios. Veremos qué le toca en sus diez nominaciones, pero que la espectacularidad no nuble los juicios. Podría decir que rodar unos planos de otro planeta con una ARRI Alexa Mini LF hacen del producto final a la mejor película de 2019 pero sabemos que eso no es suficiente, el cine es un conjunto de cosas que escapan incluso a los grandes presupuestos, no creo que Sam Mendes necesite de todos esos chiches para superar lo logrado en Belleza americana y aunque la importancia de la cámara se luzca casi exagerada no logra compensar la narrativa.