La comprensible maldad de algunos críticos y cinéfilos le adjudicó al film de Sam Mendes la naturaleza narrativa de un videojuego. En 1917, dos soldados ingleses tienen que atravesar el campo enemigo para advertir al superior de una tropa que detenga su ataque porque es una emboscada del enemigo. 1600 vidas están en juego. En dos secuencias (una es nocturna, por si se quiere identificarla), la marcha de los dos jóvenes del ejército de infantería remite a la estética de obstáculos propia de un videojuego, pero muchos otros pasajes desmienten que así sea. 1917 no es mediocre por ese señalamiento.