Una sutil lección de concientización humana
A poco tiempo de finalizada la Segunda Guerra Mundial. En un pueblito de Hungría, donde se desarrolla este film, aún perduran los resabios del conflicto bélico porque todavía están custodiados por el ejército soviético. Falta tiempo para ordenar y reconstruir el país. Estar en paz es una sensación rara, después de tantos años. Pero la vida sigue pese a todo y en eso andan Kisrózsi (Tamás Szabó Kimmel) y Árpád (Bence Tasnádi) en los preparativos finales para casarse a la tarde.
Con ese marco Ferenc Török filmó en color sepia está particular historia donde lo peor se supone que ya pasó, pero no es así. En paralelo a los preparativos de la boda llegan en tren dos judíos ortodoxos, un viejo y un joven, con un extraño equipaje, dos misteriosas cajas alargadas de madera que alteran los nervios del magistrado del pueblo, István (Péter Rudolf), el padre del novio, y también de otros vecinos.
Todo ocurre en menos de veinticuatro horas. La intriga aumenta, las dudas acechan. Hay secretos ocultos, sucedidos durante la guerra, que temen salga a la luz a causa de esos singulares visitantes.
El funcionario público pensaba tener un día alegre, pero la realidad le mostró otra cosa. Se suman los inconvenientes, como el de su esposa, Anna (Eszter Nagy-Kálózy), que no quiere que su hijo se case con esa chica porque estuvo comprometida con otro hombre y no la acepta.
El guión describe las miserias humanas, las traiciones, el vale todo, encuadrado en la falsa legalidad, con las que se hacían ciertos negocios durante la guerra, la culpa, la venganza, el maltrato mucho más psicológico que físico, etc.
El contraste es notorio entre la locura de los habitantes locales y la parsimonia, con breves, pero contundentes, gestos de los judíos que hablan muy poco, casi nada, siempre están serios, pero con eso sólo dicen mucho.
La ambientación es lograda, pues nos sumerge inmediatamente en esa época. El ritmo del relato fluctúa entre la rapidez de los húngaros y la tranquilidad de los visitantes. Prácticamente no hay música o sonidos incidentales. No hace falta resaltar nada. Todo está en la pantalla.
La película sirve como una sutil lección de concientización humana, porque aprovecharse de los demás, hacer turbios negocios, no amar, no respetar, a la larga, se vuelve en contra.