Pueblo chico...infierno grande. La historia se ambienta en 1945, una vez finalizada la guerra, en donde los habitantes de un pueblo húngaro se preparan para la boda del hijo del alcalde con la hija de una familia campesina.
La mirada del director húngaro Ferenc Török se posa en cada uno de los personajes de ese micromundo que intentan olvidar el pasado, pero la llegada de un tren con dos judíos ortodoxos despierta confusión entre los lugareños, ya que temen que se trate de los hijos de judíos deportados que llegan para vengarse o reclamar las tierras que ahora ocupan ellos y que sus dueños perdieron durante el Holocausto nazi.
Filmada en blanco y negro, con una excelente ambientación, la película retrata entre la denuncia y el drama una época de transición en la historia de Hungría con una trama que impone una oleada de recuerdos y complicidades. Todos parecen mirar hacia otro lado y así desfilan por la pantalla el alcalde déspota que maneja a todos a tu antojo y conveniencia, arrastrando a una mujer adicta, al hijo próximo al casamiento, al cura del pueblo y al borracho de turno.
Sin embargo, el peso del relato está en los recién llegados que, de manera parsimoniosa, trasladan dos cajas misteriosas desde la estación de tren hasta el pueblo con la ayuda de dos lugareños. La búsqueda de la verdad y de la justicia parece querer cerrar un ciclo en esta cautivante propuesta que coloca su mirada crítica en un pasado horroroso, tan negro como el humo que despide la locomotora al comienzo del filme.