1945

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

La culpa, casi como un motor encendido, el honor y el perdón son los ejes sobre los que pivotea 1945, una película que transcurre apenas iniciada la posguerra, en Hungría. Como si esa sociedad hubiera sido marcada por el miedo para siempre. Con cierta autocrítica que estaba presente en El hijo de Saúl (Láslzó Nemes), pero en un tratamiento variado, singular.

Para poner en contexto, en 1941, tras la invasión alemana a la Unión Soviética, Hungría apoya al régimen nazi, y recién entonces se inicia la persecución a los judíos húngaros.

Como si se tratara de un western, y mientras en la radio se escuchan los efectos de la bomba atómica sobre Nagasaki, en agosto de 1945, dos judíos ortodoxos descienden de un tren. La imagen es inequívoca: la locomotora escupe un humo negro, bien negro. Los ortodoxos llevan consigo dos cofres, y se suben a un carruaje, rumbo al pueblo.

El temor de muchos habitantes es que vengan a reclamar el destrato sufrido, ya que muchos fueron delatados, y otros tantos se apropiaron de sus bienes. Esto es: hechos concretos como perder las tierras que han usurpado.

El clima es extraño. No por el calor que sofoca, y hace transpirar, sino porque ese mismo día el pueblo se prepara para celebrar la boda del hijo de un funcionario público.

No hay metáfora, sí una relación directa: los recién llegados vienen a traer algo que nadie quiere recordar. Obliga a los pueblerinos a enfrentar, a confrontar con lo que no querían.

Pero hay varias historias que relatadas al unísono, como la de esa boda entre un hijo de la burguesía con una campesina, cierto desamor, y el abandono de un amor precisamente por la posibilidad de ascenso social. Están las tropas soviéticas tratando de ver qué tajada podían obtener. Y hay heridas y mucho por enterrar, cuando otros tal vez quieran poner blanco sobre negro.

Y en blanco y negro es el filme de Törok -un blanco y negro de contrastes, con encuadres muy elaborados-, que tiene su tempo, como queriendo que todo suceda en tiempo real.

La memoria, la justicia y el remordimiento priman en este filme sobre los pecados. Y que plantea la cobardía de sentirse observado, pero por miedo a perder sus propios intereses, más que por otra cosa.