Con películas como Días de vinilo o 20.000 besos , el cine argentino comienza a apostar por esas comedias generacionales que tanto abundan en la producción independiente norteamericana y que intentan (mediante una mirada bastante coral) sintonizar con algunos comportamientos, sentimientos, obsesiones y códigos de determinado tiempo y un lugar (en este caso, los porteños de treinta y pico).
La nostalgia precoz, las inseguridades afectivas, una adolescencia que se niega a ser abandonada y las lealtades entre amigos son algunos aspectos que el guionista Sebastián Rotstein y el director Sebastián De Caro describen en este film modesto y amable, que por momentos se queda en la exposición de su propia mitología y del fetichismo por sus personajes favoritos (reverencian a héroes como el Sylvester Stallone de Rocky o Jim Morrison, a los personajes de Star Wars o Volver al futuro , a los clásicos videojuegos arcade y a casi todo ese universo vintage hoy tan de moda en el ideario nerd ), pero que aun en su superficialidad y en su buscada liviandad termina siendo irresistible, al menos para quienes puedan identificarse por gustos o edades con algunas de esas cuestiones.
El antihéroe perfecto de 20.000 besos es Juan (Walter Cornás), un joven que ha terminado una relación de tres años con su novia, para alegría de sus cuatro amigos (Gastón Pauls, Clemente Cancela, Alan Sabbagh y Alberto Rojas Apel) que de alguna manera sienten que lo "recuperan". Deprimido, agobiado, viviendo de prestado en el sofá de Goldstein (Pauls), Juan se topa con un encargo de su delirante jefe (Eduardo Blanco), que lo obliga a trabajar con Luciana (Carla Quevedo), una chica de espíritu y gustos opuestos (es risueña, naïf, optimista, lúdica y entusiasta).
En esta nueva etapa de su vida se amplifican las dudas, las angustias y las contradicciones del protagonista que la película explora y explota con humor negro y con varias agradables canciones pop de Cosmo de fondo. Comedia testosterónica (las mujeres están omnipresentes en las fantasías/pesadillas masculinas, pero tienen un papel bastante secundario y lateral), 20.000 besos surge -más allá de sus convenciones y hasta de sus limitaciones- como una muy digna y atractiva propuesta sobre jóvenes perdedores, pero a pesar de eso (¿o por eso?) siempre queribles.