Los auténticos decadentes.
Para que no me malinterpreten, el estilo de Sebastián De Caro se aleja demasiado de mi realidad como persona. Nací en otra época y ni siquiera crecí en Buenos Aires. Es importante sentirte identificado con la ‘sociedad’ de este film, para poder comprenderlo y disfrutarlo. Si efectivamente pertenecés al nicho, vas a ser parte de una verdadera comedia romántica con personajes muy disímiles y bien marcados. No cabe duda de la elaboración de cada uno de los caracteres que abarcan a la película, aunque a mi gusto hay algunos baches de guión. La trama es un tanto lenta y es elevada a su máximo esplendor en presencia de Gastón Pauls, Alan Sabbagh y Eduardo Blanco. Desde mi punto de vista, fueron los únicos personajes que realmente valieron la pena. El lenguaje es muy tosco y definido, apto únicamente para los que pertenecen al club. Claro que también se trata de un par de nerds obligados a madurar a los tropezones. Hay muchos guiños cinéfilos y un trabajo musical que está correcto y muy divertido.
20.000 Besos comienza con la ruptura amorosa de su potencial protagonista. Por suerte tiene a su fiel amigo Golstein (Gastón Pauls), un ser que no parece conectar con este mundo en su filosofía, pero que sabe mucho más de los trescientos porros que se fuma por día. Juan (Walter Cornás) comienza un viaje que lo llevará de vuelta a los viejos tiempos, en que pasaba horas junto a sus pares, montando su patineta y organizando reuniones cerveceras. Pese al contexto, parece estar deprimido y no encontrar su lugar en el universo. Hasta que aparece Luciana (Carla Quevedo), su jovencísima colega laboral cuya ‘inocencia’ hará explotar algo en su yo más profundo. Y mientras su jefe se descose por encontrar junto a sus empleados una nueva forma de encarar el aburrido trabajo de oficina, el pibe trata de descifrar qué son esas locuras que se pasean por su mente. Si bien Luciana es un ser bastante especial que comparte todas sus aventuras con sus amigas ‘Las Hadas de Banfield’ (¿!?), Juan cae preso de sus encantos e intenta acercarse a ella de la forma más ortodoxa posible. Si era o no necesario hacer tanto esfuerzo físico y mental por una nena de mamá, lo sabrán cuando vean el film.
Lo mejorcito, a mi criterio, es ‘El Jefe’, personaje a cargo del genial Eduardo Blanco y ‘El Cinéfilo’ perpetrado por Sabbagh. Sinceramente, de las participaciones femeninas no me gustó ni una; lástima, porque se podría haber hecho un aprovechamiento más interesante. Si lográs identificarte con alguno de los participantes, vas a festejar una pila de chistes, de lo contrario vas a arrugar la nariz y el ceño al mismo tiempo.
El director y guionista argento aprueba varias materias y, aunque le hayan quedado espacios temporales por rellenar, es difícil juzgar una película que sólo conecta con cierto target. Por eso les recomiendo que lean otros puntos de vista, o que simplemente la miren y saquen sus propias conclusiones. No hay demasiado para decir, ya que la filmación es básica y no asume riesgos; todo queda en manos de los diálogos en pantalla y del diálogo que establezcas contigo mismo. ¡Besos!