Con 20.000 besos Sebastián De Caro le hizo un regalo a todos los cinéfilos argentinos, sobre todo a aquellos que hoy están transitando sus treinta años y les pone la piel de gallina determinada banda sonora y pueden repetir de memoria líneas enteras de diálogo de Star Wars.
Los que pueden hacer eso son hijos absolutos de la generación pop (en el mejor sentido de la palabra) del cine y herederos de este gran estreno.
Tal como Greg Mottola hizo con Superbad (2007) y Adventureland (2009), De Caro da testimonio de buen cine a través de una historia simple y sin muchas vueltas pero encerrada en un universo lleno de matices. Dependerá de los intereses que el espectador comparta con ese mundo para que disfrute más o menos el film.
O sea, si bien nos encontramos ante una muy buena comedia (romántica) para que esta se trasformé en maravillosa y disfrutarla por completo hay que entender cosas tales como “Sentí que estaba en Dagobah y que levantaba una nave con la mente”, que es lo que le dice un personaje al otro. Convirtiendo de esa manera un mítica parte de Star Wars en una metáfora para la vida misma.
Amén de estas referencias, el punto fuerte del film es el elenco que actúa de manera brillante.
Uno quiere ser amigo y formar parte del grupo compuesto por Walter Cornas, Alan Sabbagh y Clemente Cancella, quienes junto a Gastón Pauls (como el gran Goldstein) encarnan a personajes auténticos y más que divertidos, que logran transmitir uno de los objetivos del director: que el espectador sienta que el grupo existía con anterioridad a la película y que perdurará una vez finalizada, dando la sensación que solo logramos espiar un segmento de sus vidas.
Lo que hay que remarcar de 20.000 besos es que no es una película nerd propiamente dicha (aunque contenga varios elementos de ese mundo) sino una historia de amor donde un tipo sin quererlo ni buscarlo se enamora de alguien “que no sabe quién es Jim Morrison”. Lo que levanta las interrogantes universales sobre de quién nos enamoramos y cómo, y nos embarcamos en la búsqueda de un por qué que nunca aparecerá.
Luciana, el genial personaje de Carla Quevedo, aquel que odiarán muchas mujeres, hace que uno llegue al análisis y rememore en su propia conciencia y experiencias sobre las Lynn Mimmays (el polémico personaje del anime Robotech) de nuestras vidas.
Una excelente banda sonora compuesta exclusivamente para el film (junto con un hit) ocupa un lugar fundamental en la cinta al igual que una certera edición y bellísimos planos que notarán los que entienden un poco de la materia al igual que ciertos aspectos elegidos para contar la historia (tales como la iluminación) no propios de un film de este género.
El cine argentino estaba pidiendo a los gritos una película como 20.000 besos, ahora que la tenemos solo queda disfrutarla y convertirla en mito.