Cómo remontar avioncitos de papel.
A veces daría la impresión de que las películas de caminos, en las que todo es por esencia pasajero, sirven como forma de encontrarle un vehículo a la indefinición, de modo que ésta pase por tema y no defecto. Ese parecería el caso de esta película argentina, primera de ficción de Gabriel Nicoli, que antes había dirigido dos documentales (Vida de circo, 2007, codirigido junto a su hermano Pablo, y El verano siguiente, 2014, sobre la banda uruguaya No te va gustar). Como el título indica, en la Buenos Aires de 2001 (De la Rúa, Cavallo, hiperinflación, corralito, protestas, saqueos, represión, muertos), tres chicos que no saben muy bien qué hacer con sus vidas salen a la ruta con un objetivo: competir en las eliminatorias del Mundial de… Avioncitos de Papel. ¿Y Kubrick y el espacio? Nada, porque por otra parte en 2001 Kubrick y el espacio no hacían nada. En 1968 sí, en tal caso.
La idea del viaje surge de Julieta (Malena Villa), que dada la situación decidió irse –según dice, luego se verá que el motivo es otro– a casa de los padres, en algún punto del interior, y le ofrece a Felipe (Vicente Correa) irse con ella. Julieta es muy linda, Felipe muy tímido. Es una oferta que Felipe no puede rechazar. Valentín (Alan Daicz, el chico que atropella a un desconocido en Relatos salvajes) suma el Peugeot 404 rosa de la abuela (Roxana Randón) y su fe en clasificar para el Mundial de Avioncitos. Lo último que queda es que Felipe le robe al papá (Gabo Correa) parte de los ahorros que logró rescatar esforzadamente del banco (es llamativo que falte la escena en la que el padre descubre la falta), y entonces sí los tres saldrán a la ruta. Un poco como si quisieran revivir a Los jóvenes viejos de Rodolfo Kuhn, Juli y Felipe son el imperio de la languidez y la melancolía respectivamente. Como si ella fuera Graciela Dufau y él, Emilio Alfaro. Valentín es lo contrario y su exceso de agresividad brotará a la larga como un geiser, salpicando para todos lados.
El problema es que, dejando de lado la falta de motivación que los protagonistas pueden haber tenido hasta allí, el guión se ocupa de quitarles sentido en el presente del relato, al convertir algo tan pavo como los avioncitos de papel en lo más parecido a un objetivo a conquistar. Sobredimensionándolo, además, y por lo tanto ridiculizándolo aún más, al imaginar la disputa de un Mundial alrededor de una práctica tan elemental. El carácter pasajero que tiende a teñir relaciones y personajes incluye una situación embarazosa, así como una madre (María Onetto) con una patología severa, que queda en el camino y una serie de prestaciones actorales reducidas a apenas cameos (Esteban Lamothe, Jazmín Stuart, Bárbara Lombardo).