Rompan todo
Emmerich está obsesionado con las catástrofes y ya nos ha "regalado" ataques de Godzilla, de aliens, de mamuts y de cuanta amenaza pueda imaginarse. Ahora, directamente, destruye el planeta a partir de una doble "justificación": el apocalipsis que predijeron los mayas y una explicación científica (el calentamiento de la Tierra por las emisiones solares).
La película tiene en sus laaaaaargos 158 minutos el espectacular despliegue de CGI que sus fans esperan (ciudades que son arrasadas en efecto dominó, cruceros que se hunden a causa de un tsunami, inundaciones que cubren el Himalaya) y, calculo, eso será suficiente para que varios miles de espectadores argentinos (al igual que en el resto del mundo) lo consideren válido de invertir el dinero de la entrada y de dedicarle semejante tiempo de sus vidas.
Las múltiples tramas (una más torpe, absurda, obvia, exagerada, lacrimógena y conservadora que la otra) tienen como protagonistas desde un hombre divorciado y padre poco dúctil (John Cusack, absolutamente desaprovechado) que terminará reivindicándose ante su familia hasta el presidente de los EE.UU. (Danny Glover), pasando por un geólogo que analiza la catástrofe (Chiwetel Ejiofor) o un delirante conductor de radio que parece disfrutar del fin del mundo (Woody Harrelson).
Los diálogos hieren los oídos, los excesos sentimentales bordean el ridículo y las apelaciones bíblicas (con arca incluída) son de manual escolar. Queda, por lo tanto, aguantar las transiciones y disfrutar (si les interesa) la destrucción del mundo a través de las set-pieces construidas a puro diseño y adrenalina. De cine verdadero, puro, genuino, aquí hay poco y nada.