Las cosas que se terminan
La honestidad no es una cualidad excluyente para ser crítico de cine, más bien uno se ubica casi sin quererlo en un lugar de soberbia y cinismo bastante cómodo e insoportable para los demás. Hoy como para romper con la costumbre voy a ser un poquito honesto, 21: la gran fiesta me gustó mucho más inmediatamente después de verla, que ahora que ya tuve la oportunidad de pensarla un poco. Creo que me interesaron algunas cuestiones que se plantean en el film, que hacia al final van quedando mal resueltas.
El film de Jon Lucas y Scott Moore (principalmente conocidos por ser los guionistas de la saga The hangover, entre otras cosas), cuenta las historia de tres amigos mayores de 20 que están en su etapa universitaria, y se reúnen después de mucho tiempo de no verse para festejar el cumpleaños número 21 de uno de ellos. Para Miller (Miles Teller, que trabaja también en la aparentemente similar Proyecto X), Jeff Chang (Justin Chon) y Casey (Skylar Astin) parece que el tiempo no hubiera pasado desde la última vez que estuvieron juntos, pero a medida que transcurre el día nos vamos dando cuenta que las cosas han cambiado y difícilmente vuelvan a ser como antes.
En el film aparece una chica llamada Nicole (la extrañamente bella Sarah Wright) que tiene cierta química con Casey y le dice una frase que es una de las ideas básicas de la historia. No la recuerdo exactamente, pero casi le dice algo como: “¿no se supone que este es el momento de que hagamos locuras? Luego vendrán la casa, los niños e ir todos los días a cumplir con un trabajo deprimente”. Una idea bastante manoseada por todas las American pie, pero que por suerte en 21: la gran fiesta la encontramos, al menos parcialmente, sin ese manto naif y un poco absurdamente optimista de aquellas películas. Hay un poco de ese dejo amargo y melancólico que tan bien conocemos los que miramos la maravillosa serie How I met your mother.
Entonces, en tono de comedia descontrolada, con buenos gags y chistes con graciosas referencias de por medio, se habla aquí de algo angustiante para cualquier persona: el irrevocable paso del tiempo con sus consecuencias, y entre ellas, cómo poco a poco se desgastan incluso las relaciones que creíamos imprescindibles en nuestra vida.
El problema principal en el desarrollo de 21: la gran fiesta es la irregularidad y tratamiento de los conflictos que plantea. Más allá de algunas lagunas menores, el guión hace agua hacia el final cuando se apura en explicar un montón de cosas, y los personajes literalmente corren en busca del final feliz y chistoso que algún productor preocupado debe haber mandado a modificar. Aparecen como por arte de magia desenlaces un tanto arbitrarios tanto para Miller, Jeff Chang, Casey y Nicole. Todo esto le hace daño a una película que podría haber sido bastante más.
Por último digamos que Lucas y Moore logran un producto irregular pero fiel a su estilo. Deudora de The hangover y también un poco de Proyecto X, 21: la gran fiesta tiene la capacidad de por momentos hacernos reír de nuestras angustias aunque al final nos confunda un poco alejándose de su propia lógica y quizás de la verdad.