21 La gran fiesta es una de esas películas en las cuales la buena onda que haya (o no) en la sala de cine es indispensable para que las risas afloren.
Es un film que no innova absolutamente en nada y que a las 24 horas de haberlo visto quedará como un vago recuerdo, pero su función no es perdurar sino más bien un producto para divertir y eso lo logra.
Son muy pocas las películas cuya temática adolescente zafada resaltan, las que lo hicieron en el pasado fue por aportar elementos nuevos tales como Animal house (1978) o Porky’s (1982), o recientemente por nuevos talentos introducidos en el marco de un buen cine que logró ir un poco más allá de los escatológico. Claros ejemplos son American Pie (1999) y sus secuelas y la genial Superbad (2007) de Greg Mottola.
En este estreno, los ignotos guionistas y directores Jon Lucas y Scott Moore apostaron a lo que ya saben que funciona pero que está a punto de cansar: la fórmula de The Hangover (¿Qué pasó ayer?) entrelazándola con el descontrol adolescente.
Tranquilamente se puede trazar un paralelo entre esta cinta y Proyecto X, estrenada el año pasado. Con la diferencia que 21 La gran fiesta está presentada de manera “tradicional” y no en falso documental (otra moda que ya está hartando).
El elenco deja bastante que desear y las escenas que intentan ser dramáticas se quedan en el camino. La única cara algo conocida es la de Justin Chon, por su participación en la Saga Crepúsculo. A él, el homenajeado que cumple 21 años, lo acompañan Miles Teller, Skylar Astin y Sarah Wright.
Pese su carencia actoral hay que admitir que tienen química entre ellos y que logran producir situaciones bastante graciosas.
Es en esas secuencias, en esos gags, donde recae lo bueno del film y donde hay que centrarse. Porque si se hace en un análisis demasiado sesudo sobre la película habría que destrozarla por repetitiva y carente de sentido.
Pero la realidad es que causa gracias y para eso está. Para que un grupo de amigos vayan a reírse y pasar un buen rato en el cine. No más que eso.