Son 24 cuadros animados, cada uno dura 4 minutos y medio. Esa es la descripción y eso es lo que hay. Aunque “lo que hay” es mucho más: es una reflexión sobre el tiempo y el movimiento, es un experimento con la animación y la imagen real, es un juego con la luz y el sonido. Es, sobre todo, la búsqueda de la belleza (y del sentido, que en este caso son lo mismo) en lo que vemos y trata de responder por qué elegimos guardar ciertas imágenes. Es el film final de Kiarostami, una elegía propia sin melancolía y con la felicidad de hacer lo que uno quiere.