Delirio y conspiración
Los íconos de la música mundial muertos a los 27 años ya sea por sobredosis, suicidios o accidentes, como Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix, Sid Vicious y Amy Winehouse, encienden el foco de interés de la nueva aventura cinematográfica de Nicanor Loreti.
En 27: El club de los malditos, Leandro de la Torre (El Polaco), la estrella de una banda punk que abre la película con su música estridente, sale disparado desde la ventana de un edificio y cae sobre el techo de un auto justo en el dia de su cumpleaños 27. La muerte es registrada de manera casual por Paula (Sofía Gala), una de sus fans, hecho que desata toda la historia.
El teniente Martín Lombardo (Diego Capusotto) entra en acción, se vincula con Paula y no parece el indicado (es violento, hincha de Racing, autodestructivo y hasta maneja una bazooka) para llevar adelante este caso que puede encubrir una serie de crímenes misteriosos. Y del otro lado, están los villanos de turno como el que encarna Daniel Aráoz (lo llamaron a su juego), su inseparable serial killer (Paula Manzone) y un científico loco (“Yayo” Guridi) .
El relato es jugado de manera disparatada y combina el policial, la ciencia-ficción y la comedia negra, y va alternando el presente con un pasado que arremete a modo de flashbacks en blanco y negro y con subtítulos para mostrar a los célebres artistas antes de sus muertes, con una estética bien recreada y capturada por los actores locales.
El filme hereda el aire fantástico de Kryptonita y la acción de Diablo, dos trabajos de Loreti además de la serie Nafta Súper, e impone, una vez más, el surgimiento de antihéroes marginales que no cuadran con el sistema y tampoco pueden escapar a una muerte segura.
El guión -coescrito por el realizador y el inglés Alex Cox- captura el espíritu salvaje de la música de los setenta, los excesos, el divismo, y los combina con estereotipos del cine de género vernáculo. También se le da peso al contrastante universo cotidiano y reconocible del policía (el bar donde bebe y enfrenta a la hinchada de Independiente) y del mundo extravagante que habitan las figuras del rock o los antagonistas.
La película tiene momentos más efectivos que otros (con secuencias que se extienden más de lo debido) pero resulta un buen entretenimiento plasmado entre tiroteos. Las facetas ocultas que mantienen los personajes (el pasado de Lombardo en Malvinas sólo encaja en esta ficción) avanzan en medio de una trama tan delirante como imposible.
Se trata de una propuesta pensada para el lucimiento de Capusotto y del público que lo sigue en cada una de sus actuaciones, potenciando algunos roles secundarios, entre toques nostálgicos, grupos paramilitares que persiguen sin descanso a los protagonistas y una atmósfera que recuerda a Los superagentes y Alguien te está mirando, en el segundo tramo del filme. Y, definitivamente, alguien los acecha mientras que a la película no le preocupa demasiado que Jim Morrison hable como un español.