27: El club de los malditos

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

27: El club de los malditos, de Nicanor Loreti
Por Ricardo Ottone

Una banda punk tocando como poseída por el poder de la música, una suerte de empresario tomándose un whisky rodeado de discos de oro, una fan de pelo azul vestida de cuero y medias red que quiere entrar sin éxito a una fiesta privada custodiada por dos patovas. Todas estas imágenes que identificamos inmediatamente como parte de la representación rockera tradicional sirven de prologo para el hecho que dispara el relato: Leandro De la Torre, el líder de la banda, sale disparado por la ventana y se estrella varios pisos más abajo. La causa aparente de la muerte es suicidio pero Paula (Sofía Gala Castiglione), la fan que no pudo entrar a la fiesta (que era justamente el cumpleaños 27 del músico) y estaba junto en la vereda de enfrente, graba la escena con su celular para comprobar que se trata en realidad de un asesinato. Esto la pone en la mira de una conspiración que incluye no solo la muerte de De la Torre sino de todos los rockeros legendarios que (no tan) casualmente se fueron a morir a la misma edad. Para investigar el caso está el detective Martín Lombardo (Diego Capusotto), un policía camorrero y bocasucia pero recto, que además va a tomar a Paula bajo su protección y desenredar con ella la trama conspiranoica que se remonta hasta fines de los 60.

El club de los 27 forma parte de la mitología más ilustre del Rock. La muerte a los 27 años por sobredosis o suicidio de leyendas como Jim Morrison, Janis Joplin, Jimi Hendrix o Amy Winehouse, entre otros finados celebres. Una coincidencia que siempre despertó cierta suspicacia y acá sirve como material de base. Loretti ya había hecho una reformulación de figuras de la mitología popular en Kryptonita y en la serie Nafta Super, basadas en la novela de Leonardo Oyola, donde presentaba una versión en modo conurbano de los Superhéroes clásicos de la Liga de la Justicia. Aquí toma otro panteón que es el de las Estrellas de Rock, su estética y el aura de su clásico estilo de vida de sexo droga y Rock and Roll con su consiguiente vivir rápido y morir joven.

Del mismo modo que Loreti abraza el género (el policial, la comedia, el cine de acción) y sus convenciones de manera autoconsciente pero desde adentro, sin cinismo sino con actitud lúdica (de ahí tenemos el uso y abuso de cámaras lentas en las escenas de violencia), aquí no pretende desmitificar la historia, por el contrario abraza la leyenda. Se maneja en una realidad paralela que es parecida a esta pero donde nuestras fantasías de adolecentes son verdaderas y las historias heroicas del rock and roll realmente ocurrieron. Se trata más bien de una “fabula de rock” como se proponía Calles de fuego (Walter Hill, 1984) donde los clichés son más bien parte del repertorio.

En ese rechazo del realismo es que el film se toma las licencias argumentales e históricas que necesita. Faltan a la cita ilustres miembros del club como Brian Jones o Kurt Cobain y son invitados otros como Sid Vicious (que murió a los 22) o Joe Strummer (que murió a los 50 y de un infarto). La pista de esa dimensión paralela se observa en el sutil cambio de nombres (Janiz o The Klash) que dan cuenta que estamos no ante estos músicos sino a la imagen fantástica que nos construimos de ellos. Loreti cuenta con un cómplice ilustre como Alex Cox en el guión, quien ya se había ocupado en clave biopic de la figura de Sid Vicious en Sid y Nancy (1986) y había demostrado cierto desparpajo a la hora de buscar salidas fantásticas en Repo Man (1984).

La comedia funciona no tanto por gags como por el absurdo de las situaciones. Es así como, del mismo modo que en Bubba ho-tep (2002, Don Coscarelli) un Elvis sobreviviente terminaba sus días en una residencia de ancianos y enfrentando una momia egipcia, aquí un Jim Morrison viejo, que no murió en Paris, se une a nuestros protagonistas y sigue usando el mismo cinturón y los mismos pantalones de cuero que en los 60 pero hablando un curioso español ibérico. En la misma vena vemos a Sofia Gala lanzar largas parrafadas astrológicas con total naturalidad y a Capusotto como el outsider de este mundo rocker que no sabe ni quién es Morrison y solo le importa como sale Racing.

El film propone un verosímil que es necesario aceptar de movida para que funcione y será probablemente más disfrutable para quienes conozcan el paño y reconozcan los guiños, identificándose en ese “uno de nosotros”. Por eso, la mejor manera de hacerlo es creyéndosela, riéndose de los lugares comunes y sabiendo que existe la Gran Estafa del Rock and Roll pero también creyendo en el Rock de Combate y sabiendo que su poder es real.

27: EL CLUB DE LOS MALDITOS
27: El club de los malditos. Argentina. 2018
Dirección: Nicanor Loreti. Intérpretes: Diego Capusotto, Sofia Gala, Yayo Guridi, El Polaco, Daniel Aráoz, Naiara Awada, William Prociuk. Guión: Nicanor Loreti, Alex Cox. Fotografía: Mariano Suárez. Música: Pablo Sala. Edición: Emanuel Flax. Duración: 80 minutos.