La loca de los carteles
En Tres Anuncios por un Crimen (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017), una brillante Frances McDormand interpreta a una mujer que, angustiada por la violación y asesinato de su hija, decide contratar tres carteles publicitarios ubicados al costado de un camino poco transitado, para incluir una serie de frases que dejan en evidencia el abandono del caso por parte de la policía local. Se trata del tercer largo del británico Martin McDonagh después de las interesantes, aunque no del todo logradas, Escondidos en Brujas (In Bruges, 2008) y Siete Psicópatas (Seven Psychopaths, 2012).
En esta comedia negra, McDonagh se concentra en una propuesta donde el dramatismo del entramado y el desarrollo de los personajes conforman el atractivo de una producción sumamente arrolladora. Los contenidos que construyen la estructura de Tres Anuncios por un Crimen terminan reflejando distintos malestares de la sociedad, como la impunidad policíaca y la inoperancia de las instituciones. En este sentido, la ignorancia del personaje que interpreta Sam Rockwell (un policía violento e ineficaz) es un ingrediente necesario para alumbrar estas cuestiones, donde se nota bastante la influencia de los hermanos Coen.
Aunque McDonagh no se termina de desprender de su estilismo británico, en esta oportunidad prevalece un tratamiento del concepto americano que era impensado en sus trabajos anteriores. Tanto Escondidos en Brujas como Siete Psicópatas estaban anclados en las tonalidades británicas de la comicidad, pero para Tres Anuncios por un Crimen el cineasta se entrega a los baluartes de Hollywood, con personajes que respetan el carácter de los westerns para formular una postura clasicista. McDormand, quien reconoce haberse inspirado en John Wayne, deslumbra desde su perspectiva feminista para enfrentarse a la comunidad, la religión y la autoridad.
Finalmente cabe destacar el guion de McDonagh, el cual consigue descomprimir sus denuncias mediante el sarcasmo que predomina en los diálogos. En Tres Anuncios por un Crimen la tragedia y la comicidad son los engranajes de un entramado sostenido por las brillantes actuaciones de McDormand, Rockwell y el siempre eficiente Woody Harrelson. Uno de los mejores momentos que resume bastante el concepto de la película, es el que encuentra a McDormand hablando con sus pantuflas. Es una secuencia algo retorcida, y al mismo tiempo dolorosa, sobre lo que significa sentirse desamparado en un ambiente sumamente machista y conservador.