En Tres anuncios para un crimen el director inglés Martin McDonaugh vuelve a demostrar su notable dominio del humor negro como lo hizo previamente en Escondidos en brujas (2008) y Siete psicópatas (2012) estrenadas hace unos años.
La diferencia es que en esta oportunidad se corre del policial negro para presentar una propuesta mucho más dramática, que además aborda cuestiones sociales como el racismo y la violencia del género.
Si bien el eje central de la trama gira en torno a un crimen, la película no es un thriller de misterio ni hay secuencias de acción como en las obras previas del director.
La nueva película de McDonaugh ofrece una exploración profunda de la ira y el proceso del duelo, que es un elemento que une a los tres personajes principales de este relato.
La madre que busca justicia por el asesinato de su hija (a cargo de una intensa Frances McDormand), el sheriff que lidia con un cáncer terminal (otra gran labor de Woody Harrelson) y el policial racista que perdió el rumbo de su vida y su oficio.
Personaje a cargo de Sam Rockwell, quien vuelve a consolidar su colaboración con McDonaugh tras Siete psicópatas y la obra de teatro A Behanding in Spokane que también trabajaba el humor negro.
Un elemento que en esta película genera situaciones incómodas y su tratamiento remite por momentos al cine asiático. Muy especialmente a las producciones de Japón y Corea del Sur.
Suele ser habitual en esos filmes que los directores desconcierten al público (especialmente al Occidental) con diálogos graciosos o situaciones grotescas mientras se desarrolla un drama intenso que en teoría no da lugar a la inclusión del humor.
Me viene al recuerdo en este momento el policial coreano Memories of Murder, de Bong Joon-ho (The Host) que es un experto a la hora de trabajar esta cuestión.
En Tres anuncios para un crimen sucede algo similar donde McDonaugh inserta el humor negro de un modo efectivo en el medio de situaciones oscuras e intensas.
Al realizador inglés se lo suele asociar a menudo con Quentin Tarantino y los hermanos Coen pero en este trabajo puntual creo que el film se vincula más con el estilo de las producciones asiáticas.
Aunque la narración es un poco más lenta que la de sus películas previas, la trama nunca deja de ser interesante y se sostiene muy bien la con la excelente labor de sus protagonistas.
En lo personal no me terminó de convencer la ambigüedad que le dio al final del conflicto y creo que la representación de las comunidades del sur de los Estados Unidos se excede en los estereotipos, probablemente por tratarse de un mundo que el director desconoce.
Al margen de esas mínimas objeciones, nos encontramos ante una buena película que permite disfrutar otra vez a uno de los directores más interesantes que surgieron en el último tiempo.