En las afueras de Ebbing, Missouri, tres anuncios en blanco descansan sobre una carretera abandonada que ya casi nadie toma. Están en oferta porque nadie los ve, y parecen una oportunidad para decir algo. O, mejor aún: para gritarlo. Así lo ve, al menos, Mildred (Frances McDormand, en su mejor papel desde Fargo), una madre que perdió a su hija unos meses atrás, cuando ésta fue raptada y violada, mientras moría asesinada por un misterioso ser que se dio a la fuga. Y, claro, un ser que jamás fue capturado. El llamado de atención de los afiches que renta la protagonista está dirigido al jefe de la policía, Willoughby (Woody Harrelson), que no por ineptitud ni corrupción sino mera falta de recursos y pistas, no ha podido dar con un culpable. De hecho, y mal que le pese al cuerpo policial entero, ni siquiera hay sospechosos. Se entiende que el llanto de Mildred es humano, pero también lo es la impotencia del bien intencionado jefe. Ni siquiera el racista suboficial Dixon (una vez más, impecable Sam Rockwell) parece ser del todo malo, sino torpe y bruto. Es más, nadie es “malo o bueno” realmente, y aquí brilla la genialidad del guión de Martin McDonagh, el mismo que ya venía de realizar dos excelentes comedias negras de similar temática con En Brujas y Siete Psicópatas: no hay héroes, no hay villanos, sólo hay personas. Errores, debilidades, prejuicios y hasta a veces bien intencionada ignorancia. Es por eso que McDonagh por momentos estremece con escenas que derraman lagrimas, y al instante descomprime con absurdos que estallan en carcajadas. Sus guiones no se parecen a Hollywood, sino a esas cosas que a menudo pasan en la vida, y no tienen final feliz ni triste. Comienzan, terminan, y en el medio toman caminos impensados.
Tres avisos para un crimen es, posiblemente, la mejor película del 2017, y no son pocos ya quienes lo vienen anunciando (actualmente, goza de un 92% de aprobación en el sitio web de críticas Rotten Tomatoes). Es un film de arranques emocionales, golpes rudos y sensibles a la vez, que lastima (con sangre) y emociona (con llanto). Es mucho más de lo que nos viene dando el cine desde hace rato.