A través de la comedia negra el director angloirlandés Martin McDonagh, quien proviene de la dramaturgia, supo forjar su particular e irónica visión en el plano cinematográfico. Con In Bruges y Seven Psychopaths definió desde un principio su contenido brutal que iba más allá del lugar explícito y se transformaba en recurso estilístico, en atmósfera artística de la crueldad humana. Con Three Billboards Outside Ebbing, Missouri retoma el humor negro pero desde un lugar mayormente centrado en el carácter dramático. Y a través de ello, se permite jugar con distintos sentimientos relacionados a la pérdida
El film inicia con una descripción geográfica de las afueras de Missouri y de los carteles en cuestión. Tres espacios publicitarios venidos a bajo, desgastados, olvidados. Los mismos se encuentran en sintonía con el dolor de Mildred (Frances McDormand), metáfora física de su tristeza e indignación por la muerte y violación de su hija y la ausencia de justicia por parte de las fuerzas policiales. La lucha de Mildred muy probablemente no la ayude a esclarecer lo ocurrido con su hija, pero McDonagh utiliza las acciones de su protagonista para realizar la catarsis de necesita, para enfrentar no solo el horror vivido sino también para prevenir que continúe ocurriendo con tanta impunidad.
Mildred alquila por un año los tres carteles para utilizarlos como fuerza de choque, como un grito de justicia imposible de acallar. Tres frases que exigen un acto de esperanza ante tanto dolor. Y si bien el estar ante ello es un constante recordatorio del horror vivido por Mildred y su familia, como bien lo sufre también su hijo menor Robbie (Lucas Hedges), los tres anuncios también son los elementos canalizadores de la ira y el dolor de gran parte de esa comunidad. En especial para el jefe de policía Willoughby (Woody Harrelson), receptor principal al que está dirigido el mensaje de Mildred, y también el del detestable y racista oficial Dixon (Sam Rockwell). Ambos, más allá de su lugar como miembros de la ley, son ejemplos personificados del manejo de la ira y el dolor. Willoughby enfrentando un cáncer, el cual se presenta como síntoma de las faltas de resolución del caso. Dixon como ejemplo de la ineficacia y la tergiversación del uso de la ley en camino de atreverse a redimirse.
La lucha llevada a cabo contra la institución policial desata una de serie de incidentes y resentimientos que hallan su epicentro en los tres personajes mencionados, los dos oficiales y la mujer, pero que también extienden su golpe de efecto al resto del pueblo, exponiendo a la doble moral y su hipocresía idiosincrática como hacedora y víctima del horror. Todo resulta ser producto del problema de una sociedad que solo se convierte en la forma de perpetuación y acrecentamiento de dicho mal. Sí, en medio de todo ello está nuestra protagonista como aguerrida luchadora contra ello, pero ella también puede desdibujar por momentos la causa, siendo devorada por la misma. Así como el cáncer devora la culpa de Willoughby, el fuego los crímenes de Dixon, el duelo a Mildred y su familia, y a todos, sin excepción alguna, los devora la ira que todo ello desata.
Los tres anuncios a las afueras del pueblo ficticio de Ebbing, en principio derruidos, se erigen sobre sí mismos con la fuerza de su contenido, de su pedido de justicia. Tres monumentos que llaman a recordar y a luchar por lo que es justo y que inyectan de furia y vida a los personajes con la misma fuerza de ese rojo poderoso que rodea al mensaje. Un mensaje que no es fácil de afrontar, pero que en manos de su director y la excelente labor de McDormand, se disfruta y admira con la misma fuerza que es llegada al público. Y de esta forma, se logra que los tres carteles, y los hasta ahora tres films del director, sigan de pie con la impactante fuerza que los caracteriza.