Un thriller tremendo
McDonagh plantea su película como un thriller, y la convierte en un drama con ribetes de comedia. Y eso que lo que pasa delante de los ojos del espectador es terrible.
La historia que narra Tres anuncios por un crimen es terrible, no sólo por la trama sino por las implicancias que tiene, con que pinta cada personaje. La película de Martin McDonagh (el director de Escondidos en Brujas y Sie7e psicópatas) toma a un personaje central, una madre (Frances McDormand, segura candidata al Oscar) que pide justicia por la violación y muerte de su hija.
Y ante la ausencia de ella, decide hacer frente, sola, al asunto. De allí el título, y de allí los tres carteles de publicidad que paga, en una ruta casi muerta de ingreso a su pueblo, Ebbing, en Missouri, en los que le pregunta al jefe de policía (Woody Harrelson) cómo es posible que no haya ni un solo arresto a siete meses del homicidio.
Lo verdaderamente terrible del filme va más allá de la negligencia y/o el abuso policial, ya que -sin spoilear- no hay personaje en la pantalla que no se sea nefasto, ominoso o al menos desdichado. Que no tenga alguna culpa, que no actúe como sólo en una sociedad en la que la ética se ha perdido pueda ser posible.
Tres anuncios por un crimen también se sube al caballo de la corrección política, pero denunciándola. Mildred quiere llamar la atención cuando el caso de su hija está quedando en la nada. Si toma estado público, cree, será (más) posible una solución. Esa es su esperanza.
No le interesa que el jefe de policía tenga una enfermedad terminal y le quede poca vida. Su hija perdió la suya, y aunque nada pueda hacer que la recupere no quiere que las cosas queden impunes.
McDonagh plantea su película tal vez como un thriller, pero termina convirtiéndose en un drama con ribetes de comedia. Y eso que lo que pasa delante de los ojos del espectador es, de nuevo, horrible, pero lleva a la sonrisa y hasta a la risa nerviosa, pero irresistible.
Y como extranjero que es (McDonagh es inglés), sabe como pocos hacer una disección de la sociedad estadounidense, como en su momento supo hacer Milos Forman.
Otro gran acierto ha sido la selección del elenco. McDormand sabe ser sarcástica, no sólo en las películas de su marido Joel, el mayor de los hermanos Coen. Aquí tiene un rol en el que debe pasar de la fiereza al temor y la incredulidad. Harrelson no cae en ningún cliché en un papel que hasta hace unos años hubiera sido imposible imaginarlo en él, mientras Sam Rockwell, jugando a lo Gary Oldman, es el oficial abusador, racista y manipulado.
Como decíamos, Tres anuncios por un crimen combina tantos géneros que no deja de sorprender en ningún momento de su metraje. Tiene algo del Cormac McCarthy que los Coen adaptaron en Sin lugar para los débiles. Y no será mera coincidencia que la música de Tres anuncios… y de ese filme sea del mismo compositor, Carter Burwell.
Y si todo tiene que ver con todo, Tres anuncios por un crimen deja, al final, en su resolución, un sabor tan, pero tan amargo que no podrá quitársele del paladar por un buen rato. Por no decir días.