Batallas grandes y pequeñas.
La siguiente crítica contiene el análisis de gran parte de la trama de la película. Quienes no hayan visto la película y no quieren conocer puntos importantes del guión, pueden dejar de leer acá.
Una mujer (Frances McDormand) pasa por tres carteles publicitarios abandonados junto a una ruta en las afueras de Ebbing, Missouri. Decide buscar en el pueblo al responsable de ese espacio publicitario y pagar por un mes de alquiler. En la noche en la cual los están colocando un oficial Dixon (Sam Rockwell) de policía de Ebbing pasa por los carteles y se sorprende al leer su contenido. Los tres carteles rojos con grandes letras negras y en ese orden dicen: “VIOLADA MIENTRAS MORÍA”, “¿Y TODAVÍA NO HAY ARRESTOS?” y “¿CÓMO ES POSIBLE, JEFE WILLOUGHBY?”. Mildred Hayes, la mujer que pagó por esos carteles es la madre de la víctima del asesinato que aun está impune.
Las consecuencias del cartel no se hacen esperar, por supuesto. El jefe de policía William Willoughby (Woody Harrelson) es el principal personaje expuesto por los carteles, pero lo toma con mayor calma que el violento oficial Dixon. Lo primero que dice Willoughby sobre Dixon es que es una buena persona, algo que a los espectadores le costará creer, al menos en un comienzo. “Nos enfrentamos a una guerra” le dice Willoughby a su esposa (Abbie Cornish), pero no es la única batalla que él deberá enfrentar, porque está enfermo de cáncer y no tiene cura posible. Escena tras escena los personajes van agregando capas que los vuelven más complejos. Willoughby es, en ese aspecto, el más conmovedor. Pasamos de despreciarlo al leer los carteles y creer que es el tipo más siniestro del pueblo a sentir por él una empatía total por su tragedia en la escena en la que no puede evitar escupir sangre sobre Mildred. Toda esa escena es el resumen de la película, y el motivo por el cual Harrelson debería ganar un Oscar. Su vergüenza –por el cáncer- le pasa por encima a su remordimiento por no resolver el caso. Pero ambas cosas están juntas. Su personaje es clave, es quien despierta a partir del reclamo frontal de Mildred y quien intenta despedirse buscando una nueva oportunidad para todos los que lo rodean. Su familia, la propia Milldred y también el oficial Dixon, a quien solo Willoughby parece ver con ojos benignos.
Hay algo vital y alborotado en la película. Cada escena es intensa y memorable, no hay, incluso en las supuestas escenas más relajadas, momentos bajos en la película. Cuando no hay una tremenda escena de violencia, el diálogo más intimista termina en un instante de igual potencia. Más allá de que su tono con muchos apuntes de humor negro le hace descuidar algunos personajes secundarios, cada uno de los personajes principales de esta película tiene vida propia. Contrario a lo que se puede imaginar, no se ve la mano de un guionista que busca controlarlos, sino que los personajes parecen encontrar sus propios rumbos, cambiando, evolucionando, contradiciéndose. No están seguros, buscan la manera de seguir adelante. En ese aspecto el director Martin McDonagh es todo lo contrario a los Hermanos Coen. Los hermanos Coen no dejan de controlar al milímetro a sus personajes y no le dedican, en general, mucho espacio a que generemos por ellos empatía alguna. Son mejores realizadores, no hay duda, pero también son diferentes y no creo que esta película los imite en lo más mínimo.
Esta característica de los personajes define a toda la película, que tampoco es fácil de encasillar. Aunque el punto de partida sea la denuncia de una madre reclamando por su hija, 3 anuncios por un crimen, no parece buscar ser la película ideal de la coyuntura que enfrenta hoy la industria del cine de Hollywood. El poderoso personaje protagónico no es una heroína con una bajada de línea inequívoca, y con el correr de los minutos la figura de los villanos va cambiando, por lo que tampoco es ideal para marcar una posición política en el cine actual.
Martin McDonagh es un director algo desparejo, preocupado por la construcción de personajes más allá del realismo y la lógica del guión. Escondidos en Brujas y Siete psicópatas son la prueba de esto. Una vez más, la absoluta falta de realismo en una película que inicialmente parecía enmarcarse en ese tono, es algo que no puede ser pasado por alto. 3 anuncios por un crimen no es una película previsible ni busca un discurso inequívoco, pero sí está llena de humanidad, ese es su mayor acierto.