De egoísmo y soledades
En 3 (2012), el uruguayo Pablo Stoll se detiene en la vida de Ana (Anaclara Ferreyra Palfi) y sus dos padres divorciados. Cada uno, a su manera, intenta encontrar una vida más intensa, menos gris.
3, más que desarrollar una trama, disecciona las rutinas y oportunidades de cambio de Ana, Rodolfo (Humberto de Vargas) y Graciela (Sara Bessio ). Cada uno de ellos, con su cotidianeidad a cuestas, intenta cosechar un “algo más”, ese toque de gracia que puede hacer que la vida sea más que una sucesión de actos que cumplir. Es así porque Ana, por más inteligente que sea, ve perder su año escolar a costa de llegadas tardes o inasistencias, sin importarle demasiado nada. O que a Graciela, frente a la angustiosa convalecencia de una tía que no tiene otros familiares, no le quede otra opción que ser su única cuidadora. Y qué decir de Rodolfo, tal vez el más “caricaturizable” de los tres, el padre que se asoma a la que fue su casa e intenta generar una empatía, claro está, sin demasiado éxito.
Así son las criaturas sobre las que Stoll posa su cámara, construyendo por momentos una puesta teatral, absurda, casi didáctica. Cuesta no tomar un poco de distancia frente a tales cuadros, pero el mérito es que cada uno de ellos terminen siendo queribles, hasta familiares. La compulsión sexual de Ana –varios intentos de conquista mediantes- transita desde la infidelidad hasta la exploración de sí misma, convirtiéndonos en “cómplices” de sus salidas furtivas. Su madre mirará con un poco de distancia esos libros de autoayuda, tan simplificadores, que lee su compañero de banco en el sanatorio. Pero que, finalmente, se transformará en su pareja. Cuando esas páginas se transformen en lectura en voz alta, sentiremos algo más que mensajes ramplones, sino compañía pura. Así, mostrando un panorama sórdido y haciéndolo más humano, 3 evita moralizar o condenar a sus personajes al estatismo o al maniqueísmo, aunque en el caso del padre esto tarde en ocurrir.
Al igual que en su film anterior, Whisky (de 2005, codirigido con Juan Pablo Rebella) hay un aire al cine de Kaurismaki, pero con una tonalidad “uruguaya”. Los espacios exteriores tienen esa cualidad pausada de una ciudad que a diferencia de una metrópolis avanza de manera más relajada. La afinidad con el cine del realizador finlandés también está dada por la forma sutil en la que Stoll hace de cada gesto una ventana al mundo de sus personajes, en una apuesta por la construcción dramática que podría considerarse “minimalista”.
Auténtica “comedia triste”, 3 también tiene algo de aquel Nuevo Cine Argentino de los films de Martín Rejtman y Ezequiel Acuña. Es una exploración de mundos cercanos, familiares, pero a la vez separados por una barrera (generacional, vincular, espacial) a la que el relato expone. Por más que a Ana la puedan dejar sin viaje de egresados, o que la pérdida de una tía la cargue a Graciela de un trabajo excesivo, o que el finalmente querible Rodolfo “no pegue una”, las oportunidades aparecen. Como le pasa al personaje de Jorge Jellinek en la también uruguaya La vida útil (Federico Veiroj, 2010), a veces tan sólo hay que poner música y animarse a unos pasos.