A veces “3” no llega a hacer una familia
Para constituir una familia se necesitan por lo menos tres integrantes. Acá están el padre, la madre, y la hija. Entre los tres no hacen una. El tipo es un dentista que se rajó hace diez años, crió panza, ahora se cansó de su segunda esposa, extraña el buen calor del nido, y por eso se va arrimando con distintas estrategias, como para que otra vez lo sientan querible y necesario. La mujer tiene su trabajo, hace su gimnasia, cuida una tía enferma, transita por la vida, se pone al posible alcance de otro tipo, pero le viene bien que el anterior quiera ocuparse de los arreglos de la casa. Su interés no parece superar esos horizontes. Y después está la hija.
La hija es adolescente. Adolece de simpatía, de disciplina para seguir los estudios, de entusiasmo, de fidelidad con el novio. Tampoco tiene costumbre de tratar demasiado bien a los otros, y en eso puede darse la mano con el padre, que hace papelones en el fútbol 5. ¿Qué puede esperarse de estas criaturas? Ellos tampoco esperan demasiado.
Comedia triste de humor montevideano, de caracteres más que de situaciones, «3» es una obra tan escueta como su título. Y, sin embargo, a fuerza de mirarlos, a estos infelices los vamos entendiendo. Quererlos ya es otra cosa, pero el autor, Pablo Stoll, sabe pintar sus existencias descoloridas, sus reacciones ridículas, sus entusiasmos de corto alcance, con una sutileza que nos obliga a estar atentos, y nos hace sonreir de vez en cuando. Quienes apreciaron el «Whisky» de Stoll y Rebella sabrán disfrutarla. El resto la va a sentir medio larga y con demasiados temas de grupos musicales poco apreciables.
A señalar, en cambio, el buen elenco, empezando por el protagonista Humberto de Vargas, más conocido en Uruguay como animador de un programa matutino, relator de fútbol y cantante (pero también es buen actor de teatro y cine).