El amor y el tren se pierden fácilmente
Marc llega jadeante a la estación de Lyon pero pierde el tren. No va ser el único tren que pierda en su vida. Por suerte ese día conocerá a Silvie, una señora de esa ciudad, mal casada y con ganas de subirse a otros trenes. Y dan una vuelta y charlan y una cosa lleva a la otra. ¿Qué hacer? Acuerdan una cita para el viernes que viene en París. Pero el mismo destino que le quitó un tren y le dio una señora, le jugará otra mala pasada: no podrá llegar a tiempo. No hay teléfono (imperdonable en estos días) para avisar por qué. Y todo parece acabar allí. Pero entra en escena el tercer corazón Y se acaba la calma “3 corazones” es un interesante melodrama que aporta al cine francés de hoy, tan liviano y distante, lágrimas, culpas, nervios y un aire de tragedia inminente. Porque a partir de allí, todo será ilusión y zozobras.
¿Los flechazos se olvidan fácilmente o persisten, dulces y mejorados, porque no llegaron a nada? Algo de eso le pasa a este inspector fiscal, muy atento para poder encontrar fallas en las liquidaciones de otros, pero poco avispado a la hora de pasar en limpio sus amores y ajustar cuentas con su pasado. Marc se casa con Sophie. Ignora que es la hermana de Silvie. Cuando se entera, su felicidad se derrumba. Silvie vuelve y todo se reaviva. ¿Marc ama de verdad a Silvie? El amor es azaroso, todos lo saben, y sus idas y vueltas sacuden como marionetas a quienes lo disfrutan y padecen. ¿Qué hacer? Marc es un tipo angustiado por exceso de amor. Duda de las ganancias ajenas mientras su vida amorosa acusa pérdidas. No tiene respiro. No sólo las coronarias le piden explicaciones. También su alma pone contra las cuerdas a este padre culposo que no sabe dónde meter esa historia que siempre vuelve porque nunca se fue del todo. Y al que no le queda otro refugio –como se ve en la escena final- que a recordarla como hubiera sido, fantasear un poco más con ese amor que llegó más tarde que aquel tren que lo abandonó.