Bajo el signo de Truffaut
Después de haber perdido el último tren de la noche para París, Marc (Benoît Poelevoorde), medio perdido en una pequeña ciudad provincial francesa donde fue a hacer un control fiscal -trabaja para el equivalente a la AFIP en Francia-, conoce a Sylvie (Charlotte Gainsbourg). Atravesados por un impulso todavía contenido, como imantados, los dos deambulan y se hablan por las calles desiertas hasta el amanecer. De vuelta al muelle de la estación, combinan encontrarse en los Jardines des Tuilleries en París unos días después.
Ella lo espera. El llega tarde. La culpa golpea a través de un infarto que parece más un arrebato del corazón, una exacerbación de la sensibilidad.
Unos meses después, Marc vuelve a la pequeña ciudad donde se encontraron, buscándola. Ella, contrariada, ya se ha ido, lejos, a los Estados Unidos. En su lugar, Marc encuentra a Sophie (Chiara Mastroianni), de la cual se enamora, sin saber que es nada menos que la hermana de Sylvie. El espectador ya lo sabe, él lo descubrirá pronto. Pura casualidad, difícil de creer. Nos parece más bien el resultado de una elección inconsciente porque, a pesar de ser muy distintas, ellas tienen algo en común, ese pequeño no-se-qué, simbolizado en ese gesto de esbozar una sonrisa en las personas tristes que les hacen frente, que las hermanas se han transmitido. Pero es precisamente uno de los grandes logros de esta historia: hacer girar ese triángulo amoroso alrededor de dos hermanas y conseguir que surja esa duda sobre la supuesta casualidad de los encuentros.
En una reminiscencia del arte de Francois Truffaut, Benoît Jacquot, director de los notables La chica sola y Adiós a la reina, construye a base de pequeños toques delicados un muy bello melodrama. Casado con Sophie, Marc no logrará apagar su pasión por Sylvie. Desatendiendo a su mujer, se sentará frente al espejo que a ella le había gustado tanto y que, sin saberlo -¿otra casualidad?-, eligió poner en su departamento y se quedará contemplándolo, frente a la última presencia de lo ausente. Ella volverá para festejar su cumpleaños y el de su madre (Catherine Deneuve, que, en otro redoblamiento, es también la madre de Chiara Mastroianni), que no dice nada, pero ya adivinó todo, y la pasión tan reprimida se desatará por fin.
El final que se teme se hace quizás esperar un poco demasiado y el retrato de la burguesía provincial de Tres corazones no llega a la precisión chirriadora de un Claude Chabrol, pero son detalles comparados con la fuerza del melodrama y la precisión del elenco.