Lo bueno tarda demasiado
Un inspector de réditos en gira pierde el último tren de la noche. Se queda charlando de bueyes perdidos con una joven del lugar. Cuando está por tomar el primer tren de la mañana, deciden una cita. Pero no intercambiaron nombres ni celulares. Ella va. El no puede. Tiempo después vuelve al lugar donde la conoció. Conoce a otra. Forma una familia. Lo que sigue puede llamarse una burla del destino, una desgraciada casualidad, una ironía de la suerte. Hay amores que nunca podrán ser. Pero también hay sentimientos raros que de a poco se van convirtiendo en obsesiones. Deudas que el corazón reclama.
Casualmente, el hombre tiene problemas cardíacos, y el alcalde tiene problemas con el inspector, justo en época de elecciones. Dos problemas junto al otro mayor. "El dinero desafía a la razón", dice uno. El dinero, no solo el corazón. "¿Por qué arriesgarse a perder lo que uno ganó?", amenaza el otro. Entre elipsis, sobreentendidos, y demasiada calma precediendo la tormenta, la situación arriesga convertirse en tragedia. La última media hora es realmente buena, cada vez más tensa, y con un remate preciso, de estilo exquisito. ¿Pero al salir del cine aceptamos la regla "Bien está lo que bien acaba", o rezongamos contra los dos primeros tercios? Bueno, eso depende si uno va solo o acompañado. En todo caso, el director Benoit Jacquot ha hecho cosas mejores.
Intérpretes, el belga Benoit Poelvoorde, actorazo en ascenso, Charlotte Gainsbourg, Chiara Mastroianni, y en rol de matrona Catherine Deneuve, a quien le basta echar unas miradas frías para que cualquiera entienda lo que está procesando. Música inquietante, con leit motiv de barco a punto de partir, Bruno Coulais. Locaciones en Rhone-Alpes y el Jardín de las Tullerías.