Las víctimas del azar
Fallida y trivial en su generalidad, pero con algunos pequeños momentos hermosos.
Cumplamos con el trámite de presentar la trama: en un viaje de negocios, un hombre que trabaja como inspector fiscal pierde el último tren de la noche, va a un bar a tomar algo, ve a una mujer hermosa, sale tras ella, le pregunta algo, consigue su atención, caminan durante toda la noche y se enamoran. En la mañana, él volverá a París y quedarán en encontrarse. Sylvie (Charlotte Gainsbourg) está en pareja, pero no lo explicita; Marc (Benoît Poelvoorde) se define como un amante de todas las mujeres y se piensa como un verdadero huérfano, pues sus padres han muerto, una forma de decir que es enteramente maduro.
A sus 47 años, Marc sufre del corazón. Una hora antes del esperado encuentro tiene una reunión de trabajo con dos chinos. Presunto momento cómico del filme. El tiempo se extiende de más porque la incomunicación con los clientes determina el momento. Así, sale a las apuradas y manejando tiene un desmayo. Llegará tarde. Ella volverá a su ciudad y con su marido. No mucho después, en una reunión familiar, se observa a su hermana Sophie (Chiara Mastroianni), quien está muy triste, porque Sylvie partirá con su marido a los Estados Unidos. Pasado un tiempo, Marc conocerá a Sophie y se terminará casando y teniendo hijos con ella. Lógicamente, todo pasará por saber cómo y cuándo se darán cuenta todos de todo. Síntesis: tres corazones víctimas del azar, o quizás, para ser más precisos, tres vidas aprisionadas por un guion caprichoso que intenta ilustrar la tragedia de sus personajes.
3 corazones es una película extraña. En su conjunto es fallida, incluso trivial, como si se tratara de un culebrón afrancesado destinado a la población culta. Otra revelación de la impericia pasaría por la música. Pero hay pequeños momentos hermosos en 3 corazones, unidades aisladas en las que un instante vence su función narrativa e incluso redime a la película. Véase cuando Gainsbourg viaja en tren para encontrarse con el posible amor de su vida. Jacquot registra su rostro impasible por unos segundos y casi imperceptiblemente hay una leve transformación en su expresión. De la incertidumbre se pasa al convencimiento por una mueca y un cambio de posición.
3 corazones se sostiene gracias a esos pocos momentos en los que sus partes se independizan del todo, algo que también sucede con la hermosura de Gainsbourg y Mastroianni. La fotogenia es un plus que está más allá del pragmatismo narrativo por el cual la cara de una actriz representa obligadamente el semblante de un personaje. En el cine no todo se dirime en la fuerza de un argumento.