Matar para volver a casa
Ethan (Costner) es un ex agente de la CIA. Tiene un cáncer terminal. Pero la CIA lo necesita y le hace una oferta irresistible: si vuelve y liquida un par de tipos, le pagarán con un remedio experimental que lo podrá salvar de una muerte pronta y segura. Y Ethan tiene una mujer y una hija que fue perdiendo en el camino. Y esta droga acabará siendo una alegoría sobre las vidas estropeadas y no solo por el cáncer. Y bueno, vuelve, va de un lado a otro, cumple su tarea. Y encima la hace con mucho disimulo, porque a su familia le dice que ya fue, que no mata más, que la CIA quedó atrás. Aunque el futuro es todo un desafío: recuperar la familia, curarse y liquidar malvados.
El entretenimiento recorre caminos conocidos y la pluma de Luc Besson, como siempre, lo obligara a transitar por una comicidad forzada. Pero hay ritmo, acción y toques bien puestos sobre los ocupas, la crisis y los nuevos parisinos. Aunque su punto más alto está en el elenco: tiene uno de esos actores que pueden darle dignidad al producto más chato: Kevin Costner, una figura que transita todos los géneros, un actor clásico, sobrio, que no necesita exagerar nada, que está allí y llena la pantalla, humano hasta cuando mata. El, solito, sostiene una película que entre inyecciones, tiros y sonrisas nos trae una vieja moraleja: nunca se está mejor que en casa.