Otra forma de hacer acción
La historia tratada con bastante ironía plantea una vuelta de tuerca a la conocida y tantas veces recreada, trama sobre espías. Kevin Costner se destaca en su protagónico.
Cómo hacer en esta época una película, otra, sobre espías, con las miles de historias que se centraron el mismo tema? Las casi dos horas de duración de 3 días para matar son la respuesta a esta hipotética pregunta original, un relato donde campea la ironía y que en algunos momentos directamente le toma el pelo al género, como si ya no tuviera más que decirse sobre la cuestión y sólo restara la media sonrisa para títulos centrados en la añeja fuente de aventuras.
Con un Kevin Costner magnífico como siempre, encarnando a Ethan Renner, un agente de CIA con una enfermedad terminal, dispuesto a hacer lo necesario para recuperar el amor de su hija Zooey (Hailee Steinfeld) ya adolescente y de Christine (Connie Nielsen) su ex esposa, la historia escrita por Adi Hasak (Sangre y amor en París), el astuto francés Luc Besson y la dirección de un correcto director del riñón hollywoodense como Joseph McGinty "McG" Nichol (Esto es la guerra, Terminator: la salvación) le agrega componentes que convierten al relato en algo más divertido, tan liviano como llevadero.
La vuelta de tuerca viene de la mano de la misteriosa y sofisticada agente Vivi Delay (Amber Heard, que parece disfrutar cada minuto de su papel de agente letal y sexy), que le ofrece al bueno de Ethan una droga experimental que podría estirar su vida, pero a cambio debe ejecutar una última misión en donde el veterano agente va a tener que matar a mucha, mucha gente.
En el medio, o mejor, mientras tanto, también tendrá que convivir por primera vez en su vida con su hija con los dramas de su edad y hacer las cosas más o menos bien para que su esposa al menos evalúe si le da una segunda oportunidad.
Una historia sencilla, bastante inverosímil, que apenas comenzada repasa todo el abanico de posibilidades de los thriller del mundo del espionaje (hasta se da el gusto de centrar la acción en un país detrás de la antigua "Cortina de Hierro"), para luego trasladarse a París, una locación amable para una historia más blanda, cercana a la comedia familiar, sólo que transcurre sobre un escenario tapizado de cadáveres, persecuciones, códigos de conducta entre los servicios secretos y el estupor compartido ante la modernidad.
Lo más delicioso de 3 días para matar es que ni por un minuto se toma en serio y tampoco Costner, que hace lo suyo como un asesino que también es un padre tardío, una sesentón de vuelta de todo y por cierto, bastante canchero.