Tres preguntas y otras tantas respuestas acerca de 3 días para matar.
1. ¿3 días para matar tiene algún grado de sutileza? No: es un disparate grueso, una sucesión de líneas narrativas (la de espionaje/acción/torturas para conseguir información, la de la enfermedad, la de la femme fatale espía, la de la relación padre-hija adolescente, ¡la de la familia inmigrante okupa!) que pueden cruzarse y habitualmente lo hacen con una despreocupación por cualquier verosímil que debería dejarnos en claro que no se buscó aquí sobriedad. Las escenas de acción son explosivas, ruidosas, cancheras: eso sí, atractivas y con un gran respeto porque su lógica interna se entienda perfectamente (la lógica general de la película es otro asunto). La película es una de acción de producción mayormente europea, con uso y abuso de la belleza de París y con guion y cobijo de Luc Besson, un señor que desde sus inicios estuvo encandilado por el exceso y la brillantina (recordar siempre a Christopher Lambert en Subway). El director de 3 días para matar es McG, cuya película más sólida ha sido hasta ahora Los ángeles de Charlie.
2. ¿Qué posibilidades descartó 3 días para matar? La película comienza como una de espías más o menos seria y más o menos a la vieja usanza, incluso con algunos códigos cinematográficos de la Guerra Fría. La primera secuencia exhibe suspenso y acción con una perfección y una elegancia a las que luego -al aumentar las conexiones, las situaciones y los disparates- le será imposible volver. Pero esa primera secuencia, que termina con los créditos y bajo el embrujo soul de "Trouble, Heartache & Sadness", de Ann Peebles, parece asegurar que ése es un cine de espías que "podría hacerse", para enseguida decirnos que de todos modos "vamos a hacer este otro": uno que no teme al ridículo y que es difícil de creer y de tomarse en serio, pero a la vez es muy fácil de disfrutar si se entra al cine sin el talonario de multas. Por otro lado, el show de Amber Heard (Atrapada, de John Carpenter) como femme fatale más grande que el universo mismo nos da otra idea suplementaria de que esta película no desdeña el clasicismo: lo integra como licuado cargado de nitroglicerina.
3. ¿Hay algo que unifique a 3 días para matar? Sí, la decisión de confiar en quien hay que confiar: Kevin Costner, el gran actor clásico disponible desde su irrupción a mediados de los ochenta. Con casi sesenta años, Costner puede -siempre pudo- actuar cualquier cosa, devolver cualquier pase, batear cualquier pelota. Costner inspira confianza, respira cine y devuelve una presencia y un magnetismo únicos. Puede ser padre atribulado, ex esposo en la senda de la reconquista, espía canchero y también enfermo. Y puede agarrarse a trompadas, decir las frases más cortantes y pasar en un segundo a la mayor ternura. 3 días para matar sabe eso y lo pone en el centro del relato. Una película que confía de esta manera en Costner nunca puede ser mala.