El mensaje Kiarostami
El realizador iraní Jafar Panahi comienza su última película, ganadora del premio al mejor guión en el 71 Festival de Cannes y escrita junto a Nader Saeivar, con un mensaje de video enviado por una adolescente a la actriz Behnaz Jafari amiga de Panahi, antes de suicidarse. Con este disparador, el cineasta de Esto no es un film (In film nist,2011) inicia junto a la actriz, un recorrido por el noroeste de Irán en busca del origen del mensaje. Un viaje en su camioneta por las aldeas de campesinos en medio de la montaña que recuerdan al cine de Abbas Kiarostami.
La tecnología posibilita que el mensaje de la chica llegue al cineasta a quién ella asegura admirar. Sin embargo, el motivo del suicidio lejos tiene que ver con el progreso: se trata de una prohibición de estudiar en un conservatorio por parte de su familia. Panahi siente que tiene que accionar en la realidad que tantas veces describió en sus películas, y viaja a la Irán profunda para tomar cartas en el asunto. La relación del cine con la realidad se tensa en la película.
Panahi se inserta en la Irán rural, en medio de aldeas de campesinos perdidas en la montaña, con caminos zigzaguear de lado a lado que trazan recorridos visuales al interior del plano. En el cine de Kiarostami las trayectorias de los personajes en la imagen -y en el fuera de campo- eran fundamentales para comprender los espacios que separaban a unos de otros personajes. En 3 rostros (Se rokh, 2018) sucede lo mismo.
La cámara se encuentra dentro del vehículo siempre al lado del punto de vista del realizador que aparece en pantalla y es una figura central en el film. Su camioneta es el espacio donde mejor se encuentra, aunque sea reconocido y admirado por los lugareños. Su compañera es quien accede al interior de la casa de la niña con su familia. Lo que ahí dentro sucede es un misterio y permanece fuera de la visión de Panahi y del espectador. La distancia desde la camioneta del cineasta hasta el interior de las casas es la distancia entre dos mundos opuestos.
Panahi conduce mientras Behnaz Jafari es quien acciona, siendo ella la que accede desde la sensibilidad femenina al conflicto de la adolescente. Como en Taxi (2015), el director es quien "lleva" las historias en su automóvil o, en este caso, va tras ellas. Si antes manejaba cómodo por la ciudad, aquí se introduce en problemáticas ancestrales que lo exceden en un espacio ajeno y alejado del mundo que conoce.
El tiempo es el otro factor decisivo en el film. El tiempo de espera en la camioneta, ya sea esperando la llegada del padre de la niña o el paso de cabras en un camino que tiene tan sólo una dirección para la circulación, es el tiempo interior de la Irán conservadora, marcado por el estancamiento del progreso tecnológico y cultural.
Panahi regresa con un cine comprometido, a través de una historia simple que marca un entorno alejado de las grandes urbes urbanas, que traza lineas geográficas en la imagen para describir desde el espacio, las tres faces del título: pasado, presente y futuro de su país.