Nada rupturista pero funciona.
Desde fines de los 90 hasta la actualidad la figura de Adrián Suar fue ganando terreno, desde comedias en la TV hasta dramas unitarios y su irrupción al cine, en cuyo cuerpo fílmico la mayoría de las veces ofició como productor, argumentista y actor. Este año con 30 noches con mi ex le toca dar el paso que le faltaba debutando como director. La premisa no carece de originalidad y podría convertirse en un interesante tema de conversación con amigos. Ahora, lo que muchos querrán saber es cómo se desempeña el responsable de Pol-Ka en esta nueva faceta. Veamos.
En los últimos años vimos al Chueco interpretando a personajes similares con leves variaciones. Por ejemplo, en Un novio para mi mujer (2008), donde nos inmortalizó a la tana Ferro, o en Dos más dos (2012) en la que tuvimos una excelente química junto a Juan Minujín, Carla Peterson y Julieta Díaz, aunque también tuvimos otras propuestas con menor repercusión: Me casé con un boludo (2016) o Corazón loco (2020) que no era más que una versión fílmica de la teleserie Naranja y media (1997).
Podría hacer una nota completa de Suar sobre su desempeño en el cine, suena tentador, material no falta, pero sin desviarme continuemos hablando del filme en cuestión.
Por empezar, como dije antes, sus personajes tienen un elemento en común: exitosos, bien acaudalados y en algún punto estallan de ira; no, no es Adam Sandler, aunque sí tienen similitudes. ¿Mismos actores, directores? Mmmmm… tal vez para otra nota, pero no es su sello y hay que aceptarlo.
Si algo nuevo tenemos es la historia, con la cual es fácil empatizar y que, pese a que la dirección evoca a planos que ya habíamos visto en producciones pasadas, le perdonamos algún fallo a Suar que aún tiene tiempo para encontrar su identidad como director y está bien eso, no se lo puede matar.
30 noches con mi ex le da el sentido al argumento: Loba (Pilar Gamboa) recibió el alta de una institución psiquiátrica y para que su reinserción a la sociedad no sea tan chocante, debe convivir con alguien cercano, que no es otro que su ex, Turbo (Adrián Suar), con quien además tienen una hija en común de 20 años (Rocío Hernández).
Sin lugar a dudas uno de los grandes fuertes de las comedias de Suar son las parejas que elige a la hora de encarar un proyecto: Pilar Gamboa es todo lo que está bien, compone un personaje empático, creíble, que va en contramano a las encarnaciones previas de Suar (vamos, su personaje en El futbol o yo era completamente exagerado). Esas diferencias marcadas, en comedia funcionan perfecto, hacen más interesante la interacción entre ambos y ese es el fuerte.
Desde luego que el mérito no es sólo de la pareja protagónica, sino que también tenemos secundarios que acompañan bien como Jorge Suárez, Pichu, Campi y Elvira Onetto.
30 noches con mi ex es una propuesta entretenida para pasar el rato donde no sólo vas a reírte sino también a conmoverte sobre los minutos finales, un cóctel excelente que le da un peso extra.