Otra comedia para el olvido de Adrián Suar
Adrián Suar, ahora también director, hace otra comedia superficial sobre la pareja donde se pone deliberadamente en el papel de cómico junto a Pilar Gamboa.
La premisa es la misma de siempre. Él es un tipo de clase media de Buenos Aires, medio garca en su profesión, medio infantil en su comportamiento y con una relación dificultosa con su mujer. Aprender a ser mejor persona es el hilo conductor de la historia con varios chistes en el medio, muchos de ellos a cargo de su incontrolable mujer.
La mujer es su ex (Pilar Gamboa alias La Loba en la película) y está en un psiquiátrico. Porque si en el imaginario popular la ex siempre es una loca, en esta película sin sutilezas la cosa se hace literal. Su psiquiatra (Elvira Onetto), que se comporta como una madre New Age para ambos, aconseja un tratamiento: que pase un mes con sus afectos (su ex El Turbo y su hija adolescente, interpretada por Rocío Hernández) para reintegrarse a la sociedad.
Pilar Gamboa salva en parte a la película haciendo creíble el subibaja emocional. Sus ataques van del llanto al arranque de ira con malas palabras de manera convincente. Un recurso utilizado en exceso que viene de Un novio para mi mujer (2008).
A nivel cinematográfico 30 noches con mi ex (2022) es muy pobre. Salvo algún que otro plano con un espejo o con un mural detrás, el resto es televisión. No hay inventiva visual para contar reduciendo todo a la interpretación de sus protagonistas. Detrás de cámara Suar busca imitar el estilo lacrimógeno de Marcos Carnevale en muchos momentos donde las escenas requieren emoción, y abusa de la música de piano para generar la ternura que las imágenes no expresan.
Pero a la película de Suar (en su carácter de protagonista y productor) hay que compararla con otras películas de Suar y, si bien estamos ante una leve mejoría con respecto a Corazón loco (2020), 30 noches con mi ex no deja de ser una repetición de lugares comunes y de estereotipos sociales que, a esta altura del partido, se sienten agotados.