“30 noches con mi ex” de Adrián Suar. Crítica.
El “Chueco” suma el título de director a su lista de habilidades.
El próximo 11 de agosto llegará a las salas de gran parte del país la nueva película de la casa productora Patagonik, “30 noches con mi ex”. Con Adrián Suar y Pilar Gamboa compartiendo poster. Pero además se trata nada más y nada menos que del primer trabajo de Suar como director. Tenemos aquí otra de las clásicas comedias que venimos viendo desde hace varios años y que el público tanto acompaña.
“La Loba” necesita de la ayuda de su ex marido “el Turbo”. Después de estar muchos años separados, Turbo tiene que alojarla en su casa durante 30 días. Esto es para que la madre de su hija pueda realizar la transición entre su internación psiquiátrica y el mundo. La convivencia no será sencilla, pero generará un cambio profundo en ambos personajes.
Comparando el audiovisual con el corpus de obra que posee a Adrián Suar como protagonista en la última década, podemos notar que todos poseen puntos en común. No me refiero a las tramas miméticas o los chistes recurrentes. Empero, dicho esto y dado que Suar ahora ocupa además la silla de director, surge la siguiente interrogante: ¿En la pantalla se refleja todo lo que aprendió siendo actor en sus anteriores proyectos o estábamos viendo sus direcciones todo este tiempo?
Y no me refiero a los modismos propios de la actuación de Adrián o que cada personaje que interpreta sea el mismo con leves mutaciones. Sino a la manera que elige contar lo que desea, los tropos que utiliza para representar las relaciones interhumanas (convivencias difíciles, terapias de pareja, priorizar las pasiones sobre las personas) o las interminables imágenes de la ciudad de Buenos Aires desde un dron. Al mismo tiempo, podemos decir que nos encontramos aquí ante un autor, alguien que deja su sello característico en todo lo que hace. Y aun así, sin embargo, se suele etiquetar de manera despectiva o restar importancia.
Nos puede gustar más o menos esta fórmula que repiten, hasta el hartazgo, estas películas. Pero sin duda alguna, siempre consiguen (por lo general en el tercer acto) tocar alguna fibra emocional del espectador. Algo así como sucede con la Coca-Cola. Todos sabemos que nos hace mal a la salud, sin embargo está en la mayoría de las mesas a la hora de la comida. Mas cuando modifican de alguna manera la fórmula original, las masas elevan los gritos a la compañía hasta que vuelve a ser lo que era.
La crítica especializada podrá quejarse y dar la peor puntuación que consideren merecida, pero año a año este tipo de películas siguen llegando. Un poco por el empuje de sus productores y en otra gran parte a que el público las acompaña. “30 noches con mi ex” no viene a revolucionar el séptimo arte y Adrián Suar lo sabe. Su búsqueda es otra y al mismo tiempo forma parte del vasto universo que es el cine. Si de una pirámide alimenticia se tratara, estaríamos aquí en la cúspide codeándose con los postres y los azúcares. Eso que nos hace tan mal y aun así no podemos parar de consumir desmedidamente.