Sangre a mares
Cuando allá por el 2007 se estrenó en todo el mundo la película 300, se movió un poco el avispero del cine pochoclero, con la historia del general espartano Leónidas y sus tres centenares de soldados que solitos le hicieron frente a todo el ejército persa.
Gerard Butler y sus abdominales tenían a su cargo el rol principal de la cinta, que con muchas licencias cinematográficas y una estética por aquél entonces novedosa y atractiva, mostraba un fragmento de la lucha en la antigua Grecia con buena mano en la dirección (Zack Snyder estaba detrás de cámaras) y una trama que no andaba con vueltas.
Ahora, lo único que queda de la primera aventura es el número y la estética.
El protagónico ya no es de Butler, la dirección corrió por cuenta del israelí Noam Murro y el guión es un poco más rebuscado.
Aunque nobleza obliga, la premisa fundamental de la que parte este tipo de filmes y el propio género se cumple quizá hasta con exageración: el público que se acerque a las salas con ganas de ver sangre en cantidades industriales, batallas increíbles, peleas monumentales y algo de sexo, seguramente saldrán más que satisfechos.
300: El nacimiento de un imperio es, fundamentalmente, un festín de adrenalina y violencia sobre el cual se apoya, casi de forma desganada y con fórceps, una historia.
Mujer fatal. A diferencia de su predecesora, en esta cinta quien se lleva la atención es el rol femenino.
En resumidas cuentas, la trama se desgrana en esta película al mismo tiempo en que se suceden los hechos de la primera, pero con eje en una gran batalla marítima que enfrentó a los griegos, liderados por Temístocles (Sullivan Stapleton), contra las mucho más numerosas tropas persas del rey Jerjes (Rodrigo Santoro), comandadas por la tan villana como sensual Artemisia (Eva Green).
Y como se mencionó a un principio, es este último personaje el que más fuerza irradia, el que con sólo un poco de garra sobresale por sobre el resto.
Porque a diferencia de la entrega anterior, cuyos protagonistas tenían peso propio, esta continuación carece de personajes fuertes. Es notable el esfuerzo que se puso en la técnica: hay efectos especiales como para darse un banquete y algunas escenas están verdaderamente bien logradas en el plano visual, sobre todo las que muestran las batallas.
Como contrapartida, el libro no sitúa a los protagonistas (salvo la excepción mencionada) en el pedestal épico que sí exudaba el Leónidas interpretado por Gerard Butler.
Hay un esfuerzo por conectar ambas propuestas, y el director Murro se toma un tiempo también para explicar las motivaciones que los guían.
300: El nacimiento de un imperio es un buen entretenimiento y no más que eso. Además, un entretenimiento dirigido a los que gustan de masacres y escenas crudas de violencia. Si el objetivo es darse una panzada con estos platos, quienes paguen el ticket no tendrán quejas.