A diferencia de la primera “300”, acá la gente se divierte. Para decirlo claro: aquella película que reproducía la demasiado “manipulada” historieta de Frank Miller era, a su vez, un prodigio de manipulación técnica –para que pareciese una “historieta en movimiento”– y un aburrimiento formal, casi una lección plástica sin vida.
Esta sigue los mismos caminos visuales, pero intenta ponerle “otra cosa”. Y, por fin, esa “otra cosa” es el gigantismo desaforado de una fantasía heroica que tiene tan poco que ver con la “Historia” (aquella era la historia de las Termópilas, esta es la historia de un delirio bajo LSD) como con lo verosímil. Y, justo por eso, por su locura y sus ganas de divertir y divertirse, es que funciona.
Las palmas se las lleva Eva Green, que pasó de Bertolucci a la Clase B (¿qué es este film sino un “Clase B” con presupuesto A?) siempre con pie firme. Aquí, hay una bella villana cuya modernidad no molesta en medio de túnicas espartanas: después de todo, nadie pretende que esto sea una lección de historia. Incluso la forma en que se manipulan la luz, los colores y los planos para otorgarles la “calidad dibujo” parecen parodiar sutilmente el primer film. Hay un guiño inteligente en este cambalache, que lo hace disfrutable. Deje los prejuicios afuera.