300: Rise of an Empire se estrena la misma semana que Vampire Academy en Argentina y, aunque no lo parezca, las dos tienen algo en común: ambas llegan un poco tarde. En el caso de 300, los ocho años que separan a la primera entrega de la segunda actúan como un peso extra, ya que el efecto avasallador de la iconicidad popular que generó el film protagonizado por Gerard Butler podría haber servido para capturar la atención del público por un período más largo. Con los tiempos que corren, hacer una secuela de un espectáculo visual ocho años después es casi criminal, donde los grandes estudios tienen acostumbradas a las masas a una secuela de una franquicia cada dos o tres años, máximo.
Con basamentos en la aún no publicada obra gráfica de Frank Miller, una secuela de 300 empezó a gestarse dos años después del revuelo de torsos desnudos y batallas sangrientas. No había un claro camino a seguir, excepto explorar el glorificado personaje de Rodrigo Santoro, el rey-dios persa Xerxes. En el camino, el guión final del productor Zack Snyder -que delega la dirección a Noam Murro- y Kurt Johnstad traza unas pinceladas de profundidad al gigante persa, además de presentar a los nuevos personajes protagónicos, es decir, el héroe de guerra ateniense Temístocles y la explosiva capitana Artemisia. Los tres, junto con la reina espartana Gorgo -recientemente viuda- serán los ejes fundamentales de esta nueva batalla por la gloria.
Rise of an Empire es todo lo que se podía esperar de una secuela de 300. No hay escasez de sangre y apéndices corporales desprendidos a diestra y siniestra, flechazos, quemaduras, decapitaciones, todo tipo de violencia y vejaciones que ya había establecido Snyder en su visión de la épica batalla griega. Entre combate y combate, uno más espectacular que el otro, el nexo conector son las historias de los personajes de Temístocles, Artemisia y Xerxes, en donde la narración en off va sumergiendo al espectador en las vidas cruzadas de estos seres históricos, y cómo su pasado representa las ansias de victoria en el presente, donde los persas y los griegos se enfrentan a muerte.
Visualmente, Rise of an Empire es tan impresionante somo su predecesora y las escenas de acción le juegan -a veces- cuerpo a cuerpo con la odisea original de los trecientos espartanos, aunque el cambio radical del terreno firme al marítimo le agrega un plus de emoción inesperada. El nuevo Leónidas, el Temístocles de Sullivan Stapleton, es un coherente héroe de batalla, digno, que le hace frente a una despiadada y casi enloquecida Artemisia, una verdadera mujer de armas tomar encarnada por una Eva Green que la pasó de perlas filmando, en un papel que le encaja perfectamente, además de ser la única opción de los productores para protagonizar. Santoro vuelve a lucir una lograda transformación en el egomaníaco mandatario persa y el regreso de Lena Headey en uno de sus papeles más recordados -y de bastante relevancia, a pesar de su escasez en pantalla- sostiene muy bien el apartado del elenco, ya que no se puede decir lo mismo del director. Murro, cuyo único film previo es la comedia Smart People, es básicamente un director artificial, cuya visión personal no se nota demasiado al calcar literalmente todos los pasos seguidos por Snyder en 2006. No quiero decir con esto que no sea un realizador competente, seguir lineamientos establecidos debe ser bastante difícil, pero la originalidad, el punto de vista fresco de un cineasta, se pierde entre tanta parafernalia bélica y sólo queda un encomiable trabajo a pedido de un estudio.
Amén de un forzoso trabajo 3D que ennegrece aún más la ya de por sí oscura fotografía del film, hay pocas cosas que reprocharle a 300: Rise of an Empire, con la sola excepción de su tardía aparición. El espectador fanático de la primera entrega volverá a territorio familiar, con caras que ya conocen y otras nuevas por conocer, y a ese frenesí sangriento que hizo tan característica a la historia de los nobles espartanos. Y, por si les quedaba alguna duda, quizás en un futuro cercano veamos una tercera batalla en slow motion. Solamente espero que no sea de acá a seis u ocho años.