300: El origen de un imperio no es exactamente una precuela, sino más bien una historia paralela que transcurría al mismo tiempo, antes y después que lo contado en 300 (aquel film del 2006 obra de Zack Snyder basado en la célebre novela gráfica de Frank Miller). Pero esta vez Snyder sólo se dedicó a escribir el guión conjuntamente con Kurt Johnstad (también responsable de 300) y abrió paso a la dirección del novato director Noam Murro quien solo cuenta con Smart People (2008) en su curriculum. Y si su intención era llamar la atención de Hollywood, les ha dado con este film un banquete para que se nutran de él.
300 contaba cómo puntualmente el rey Leónidas de Esparta y sus guerreros se impusieron ante un ejército que lo superaba ampliamente en números, pero esa era solo la excusa para mostrar músculos y una puesta en escena creada enteramente digital, sin un solo escenario real. Y aquí el concepto es el mismo. La historia es tanto o más ligera que la de su predecesora y aquellos que decidan verla no deberían más que sincerarse de que no van al cine a que se les cuente una historia sino a algo más cercano a ver un reel de efectos especiales que cualquier otra cosa. Basta decir que, por ejemplo, si bien la mayoría de las luchas se desarrollan en barcos (en el mar) no existe ni una sola gota de agua que no haya sino creada digitalmente. Resulta un ejercicio muy divertido imaginar a Zack Snyder detrás de una computadora con el Nuke (o software de composición de FX de su preferencia), diciéndole a su colega director "ves Noam, si hacés click acá metés una cámara lenta, y si después soltás vuelve a la velocidad real".
Lo malo es que quizás con una mejor dosificación de la violencia, del gore gratuito y del innecesario derroche de sensualidad forzada, se podría haber concebido un mejor guión que se ahorre varios minutos de pelea para focalizarse en sus personajes. Pero lo cierto es que tras la presunta grandilocuencia de los diálogos, los alardes de los protagonistas y las grandes palabras que utilizan, no existe ningún contenido real. La historia bien podría contarse en 30 minutos, pero naturalmente la película no se trata de eso, sino de intentar generar una excitación casi pornográfica con musculosos hinchados y cuidadosamente maquillados luchando contra una Eva Green bien escotada en un papel de malosa que entiende por "diplomacia" "tener sexo con el general de los enemigos" en una escena muy curiosa que hay que ver para creer (ver imagen superior). 300: El origen de un imperio de a ratos se parece más a un videojuego que a una película.