Mi sombra y yo
327 cuadernos (2014), documental dirigido por Andrés Di Tella, es un diario fílmico y a la vez un autorretrato sobre el gran escritor Ricardo Piglia. Una interesante propuesta sobre el hecho de traer a la luz los diarios que el escritor anduvo almacenando a lo largo de la vida en cuadernos que fueron quedando en olvidadas cajas de cartón, y como se genera el eterno problema entre el autor y su creación, ya que resultan figuras fantasmales. ¿Quién era ese Ricardo Piglia que escribió sobre sí mismo?¿En qué tiempo sucede cuando se habla del pasado, presente y futuro? ¿Dónde esta esa voz?
Desde los 16 años Ricardo Piglia escribía los sucesos de vida en un diario. Eran los años 50-60s cuando comenzó a redactar lo que sentía y durante esa época nunca dejo de hacerlo. Todo comenzó debido a la dedicación política de su padre, quien debido al contexto político del país, tuvo que mudarse con toda la familia a Mar del Plata. Un viaje que necesitaba liberarse en forma de lenguaje escrito. El mismo Piglia señala que escribir su diario lo condujo a la escritura y a su profesión de escritor. Poco a poco se fueron acumulando los cuadernos y hoy en día ya son 327 de distintas formas y empastes. Con 73 años, Ricardo Piglia ha decidido dejar su mundo de docencia en Princeton y volver a Buenos Aires. Su reencuentro con su ciudad natal es también el regreso de toda su vida acumulada en papel. Esos cuadernos comenzarán a releerse pues es tiempo de pasarlos en limpio
Andrés Di Tella se encarga de cubrir el evento de la apertura de esos cuadernos. Se mantiene junto a él, lo sigue mientras busca distintas maneras de aproximarse a la representación de un tiempo fantasmal del pasado. Organizado en fragmentos, el documental está marcado por la estrecha relación de convertirse a la par en un diario fílmico. Lo interesante está en cómo se prueban distintos modelos de otros diarios fílmicos de otros escritores para ver si funciona y después seguir otras formas. Dejando en claro la combinación de subjetividades. Por un lado el director que intenta narrar el evento, y del otro, la subjetividad real del personaje autorretratado. Así se ve lo complicado que es mostrar el tiempo creativo, más si fue en el pasado y solo existe la relación el escritor y su propio texto.
Con vergüenza y nostalgia, Ricardo lee los cuadernos a cámara, los acomoda y toca, en ciertos momentos no comprende su letra, y nunca faltan el encuentro de papeles sueltos y fotos muy antiguas de niño. Es decir, es una reflexión constante, si bien sobre el tiempo, también sobre la memoria. Ricardo es entrevistado y menciona a Emilio Renzi: el personaje que ha sido su alter-ego a lo largo de sus libros. Y asi aparece la idea del doble, el haber tenido otra vida, incluso la misma Buenos Aires deja de tener una sola posibilidad y se vuelve presente y pasado, Piglia es joven y ya mayor, entonces todo gana capas fantasmagóricas sobre el autor, y el resultado se va enriqueciendo.
En esa difícil aproximación visual hacia lo vivido en los diarios, 327 cuadernos utiliza innumerable material de archivo. Con ello logra darle un anclaje de realidad a lo leído frente a cámara y hacerle un marco histórico para provocar un efecto de cercanía con la subjetividad de aquel joven que escribía sobre si mismo y; sin embargo, resulta atractivo como al mismo tiempo, si uno lo ve de otra manera y extiende la idea del párrafo anterior, se abren aún más las posibilidades y aumentan los fantasmas e incluso aparece la sombra de la ficción, pues la voz de Ricardo Piglia de fondo junto con las imágenes de otras vidas construyen de efecto inmediato, nuevas vidas y nuevas historias, nuevas voces, que casi podría decirse que los diarios hablan de la vida de una tercera persona, casi una persona inventada.