La ficción imperceptible
El espejo y la imagen no son la misma cosa, lo material y lo intangible, aunque perceptible generan la incertidumbre y ponen en riesgo el estatuto irrestricto de La Verdad. Entonces, qué pensar cuando se esboza, a veces con rigor otras con desesperación, la aproximación intuitiva a la Historia. ¿Historia o interpretación de hechos?
327 cuadernos (2015) es el nombre de un documental de Andrés Di Tella, que participa de manera explícita del registro de un proceso y de formas implícitas de la narración a partir de las imágenes, los silencios y la puesta en escena, con una poética propia, de ese proceso atravesado por la realidad. El pretexto o detonante ya plantea un problema de difícil resolución: cómo se filma el encuentro de un escritor, el crítico Ricardo Piglia, con los diarios personales que recopilan cincuenta años de reflexiones, ideas, contradicciones, deseos, miedos, plasmadas en papel y con una letra manuscrita que muchas veces se niega a revelar su secreto.
Tomada la decisión por parte del autor de Respiración Artificial (1980), quien a sus 70 años deja su lugar en Princeton para regresar al país, de releer sus escritos como ejercicio crítico y así determinar cuál será el destino de ellos, la idea de recordar a partir de la lectura abre una suerte de espacio difuso entre la realidad y la ficción, algo que el documental de Di Tella explora desde una distancia necesaria para apelar a recursos cinematográficos y así construir un reflejo de aquel espejo en el que se mira.
Di Tella y Piglia marcan dos puntos de vista en constante tensión, algo más que la simple dialéctica entre observador y observado, porque ninguno de los dos tiene realmente claro qué hacer con el material de los recuerdos; ambos dudan -enhorabuena- sobre la veracidad de la memoria pero nunca de la construcción de esa propia historia recordada, despojada de todo valor de verdad y mucho más concentrada en el proceso por el que la memoria transita.
Nuevamente la idea de espejo deformante o reflejo distorsionado aparece con la selección no antojadiza del material de archivo, entre ellos el registro de un diario filmado por Enrique Amorim en el que puede verse al escritor Horacio Quiroga de entrecasa como ensayo de intimidad que en el propio marco de 327 cuadernos genera un efecto paradojal en el espectador. Amorim filma a un Quiroga silente y Di Tella a un Piglia que narra con la habilidad de un escritor, que sabe las palabras para expresar con mayor contundencia aquello que el silencio oculta cuando la cámara lo persigue en la intimidad de una charla.
A las palabras, a esa catarsis irrefrenable que comenzaba a los 16 en el caos de sensaciones provocadas por el destierro y la mudanza forzada de Adrogué a Mar Del Plata, se suma el juego de las vidas posibles y los interrogantes que no tienen respuesta. Quizás allí se encuentren cineasta y escritor, en la aventura de la ficción imperceptible para abolir el desarraigo de la propia finitud o el temor a la hoja en blanco cuando ya no quedan palabras por decir.