Retrato de la Francia negra
Amèlie, una de las películas francesas más exitosas de las últimas décadas, cuenta una bellísima historia enfundada en ropas pop y un aire de cine independiente salpicado por la industria y la cultura de masas. La fórmula fue sin duda impecable en sus resultados estéticos y narrativos, aunque la realidad de una París multiracial como la que se estaba gestando en el momento de su realización (año 2001) brilló por su ausencia. Y no se trata de un concepto exagerado, ya que la población negra de la ciudad luz se vio oscurecida por el recorte, por el total borramiento de esa parte de la ciudadanía del país galo.
Los conflictos de las minorías llegan al cine francés
Los conflictos de las minorías llegan al cine francés
En parte, películas como 35 Rhums vienen a gritar que hay un sector de París que también late al ritmo de sus arterias plagadas de bares chic y el irresistible sonido del lenguaje de su gente. Este trabajo de Claire Denis, en ese sentido, es un trazo de marcador flúo sobre el no retratado, sobre el marginado, a la vez que un grito lanzado en plena era Sarkozy (el film es de 2008, año de su asunción al poder).
Claire Denis es una artesana del cine francés, en la línea de lo mejor de la narrativa audiovisual de ese país y responsable de excelentes títulos como Trouble Every Day (2001) o Bella tarea (1999). En este caso la directora ratifica esa pertenencia y lo hace contando varias historias, entrelazadas por el escenario y algunas articulaciones que las unen más allá de la París que sirve como denominador común. Vivencias, pasiones, miserias, temores y algunas pocas certezas conforman a un puñado de personajes queribles, llanos y al mismo tiempos de una gran riqueza. Denis redondeó aquí un relato breve y certero, en el que la otredad se hace regla pero a la vez incluye, por el contraste, con aquello que la pantalla grande francesa nos acostumbró a ver.
Viva la diferencia, si es que nos iguala. Ahí el discurso, ahí el mensaje. Simple y claro.