Una sutil combinación de sentimientos
Cerca del maestro japonés Yazujiro Ozu, y del neorrealismo italiano, Claire Denis narra la historia de un padre y su hija, más cercana al corazón que a la reflexión. Con una puesta en escena de tinte melancólico y de gran impacto.
Historia de un padre y su hija, con otros personajes solitarios alrededor, y trenes y bares también como protagonistas. Con sólo esos elementos, la directora francesa Claire Denis narra una historia que apunta a los sentimientos, al paso del tiempo y a la cálida relación entre un progenitor y su única hija. Pero Denis va más allá del rudimentario argumento, ya que elabora una puesta en escena que elige tonos melancólicos y asordinados para narrar conflictos mínimos pero de indudable impacto. Las referencias cinematográficas aluden al maestro japonés Yazujiro Ozu, en especial a uno de sus clásicos de los 50, Primavera tardía, minuciosa exploración sobre el Japón ancestral y el Japón moderno, es decir, el de los abuelos y padres y el de los hijos y nietos. Pero también, de acuerdo a las palabras de la cineasta, la historia de 35 rhums alude a su familia y a sus recuerdos, que en manos de semejante artista se transforman en la reconstrucción de hechos reales a través de la puesta en escena. Por esos caminos y elecciones estéticas, Denis expone las grietas que marcan el paso del tiempo –el padre a punto de jubilarse, la hija en pleno noviazgo–, convirtiendo a la trama en una sutil combinación de película japonesa de los años cincuenta (Ozu, Kurosawa) y film neorrealista italiano que no necesita caer en miserabilismos y sentencias lacrimógenas. Desde esa relación afectiva que vive su ocaso, aparecen otros personajes, vecinos de la pareja central, pero también habitantes solitarios de bares que compiten por el récord etílico al que alude el título.
Curiosa y ecléctica directora Denis, ya es un nombre prestigioso que aparece en competencias de festivales de clase A. Pocas relaciones se establecen entre la morbosidad vampírica de Trouble Every Day, la sexualidad a flor de piel de Vendredi Soir y la intertextualidad que refiere al Godard de los ’60 como se observan en las imágenes de Beau Travail, por nombrar tres títulos de la directora estrenados en la Argentina. En 35 rhums, acaso por única vez, toma distancia de las invocaciones teóricas y de las referencias puntuales de los directores que admiró en su etapa cinéfila para contar una simple historia de sentimientos entre dos personajes opuestos y complementarios. Lejos de la reflexión y más cerca del corazón, 35 rhums es una vuelta de tuerca impensada para una directora de culto dentro del divagante panorama del cine francés.