Pálida copia de un clásico film de Ozu
Hubo hace mucho una hermosa película de Yasujiro Ozu, «Primavera tardía» (Banshun, 1949), donde la devota hija de un traductor viudo insiste en seguir cuidando a su padre, aun a riesgo de quedar hecha una solterona. Unión familiar, lealtad filial, soledad, aceptación de los cambios lógicos propuestos por la naturaleza y la sociedad, se exponen aquí en el ámbito de la posguerra, donde las cicatrizaciones y los progresos anímicos y materiales se valoran especialmente. Y todo eso está contado en forma placenteramente calma, dulcemente triste, con música suave y expresiones controladas. Ozu estaba entonces a las puertas de su gran película, «Una historia de Tokio» (Tokyo Monogatari, 1953).
Wim Wenders habla de estas obras, y de semejante autor, a través de su documental «Tokio Ga», donde el viejo actor Chishu Ryu visita la tumba de su maestro y luego, en un andén, es reconocido por varias señoras, pero no por su participación en aquellos poemas, sino porque está apareciendo en una telenovela. En fin, basta de hablar de cosas lindas.
El asunto es que Claire Denis, sobrevalorada directora francesa, ex asistente de Wenders en «Paris, Texas» y «Las alas del deseo», un día vio «Primavera tardía», recordó que su madre tenía devoción por el abuelo, al punto de ponerla celosa, y decidió hacer algo parecido, pero en vez de japoneses puso negros actuando como japoneses que tomaron calmantes, y para resaltar el carácter de homenaje ahora el padre es conductor de trenes, ya que en algunas famosas películas de Ozu suelen pasar trenes.
El resultado es una sucesión de climas apacibles donde no pasa nada o tarda bastante en que pase algo que nos deja medianamente afuera. ¿Cómo lograba Ozu tensionar y emocionar con películas sencillas donde aparentemente tampoco pasaba demasiado? Pues, porque precisamente en cada escena pasaba algo, y por el corazón de los personajes pasaba mucho, que afloraba en sus ojos y sus hombros y estallaba en los ojos de los espectadores. En lo que ahora vemos, solo hay forma, tono, y, por suerte, una linda música de fondo, suave y entradora. No mucho más, salvo una escapada a una pequeña y bonita ciudad alemana para incluir de algún modo a Ingrid Caven, actriz de la tribu Fassbinder. Por ahí, y por una escena donde el padre empieza a tomarse 35 tragos seguidos de ron, podría haber una clave: éste es un Ozu apagado a la manera de un Fassbinder distante. Puede interesar a curiosos y seguidores de Denis, que hay algunos, y también a personas que sufran de insomnio.